18 de septiembre de 2009

Vuelo Fantástico


Vuelo Fantástico


Voy caminando por la calle, y me fijo en que estoy completamente sola. ¿Dónde está todo el mundo? Miro hacia arriba y veo que el cielo irradia un color púrpura intenso, que ese edificio de más allá está como torcido, y ese otro también. ¡Qué raro! Pero si para comenzar yo nunca camino por las calles de mi ciudad. Me doy cuenta de lo absurdo que es todo y enseguida lo comprendo. - ¡Sí, eso es! – Significa que esta noche puedo visitarte otra vez.


Como siempre, en cada uno de esos extraños instantes en que soy consciente de lo poco que tiene sentido lo que me rodea, y que por lo tanto, cualquier cosa puede suceder, no dudo ni un instante en lo que quiero. Mi anhelo más simple pero el que le gana al resto de mis deseos imposibles, lo que ansío más que nada en este mundo: verte.


Cierro los ojos y me concentro, tomo impulso y salto como si me fuera a lanzar a una piscina. Pero no regreso al suelo, sino que me elevo en el aire hasta lo más alto de uno de los edificios torcidos y comienzo a volar. Continúo elevándome con los brazos extendidos hacia adelante y por abajo voy dejando cada vez más lejanos y diminutos los carros, las casas, los edificios, las luces. ¡Qué pequeño se ve todo!


Un cosquilleo travieso juguetea en mi estómago y me hace reír. El viento helado acaricia mi rostro y produce un sonido hueco al chocar contra mis oídos. Voy muy rápido pero trato de ir adivinando qué ciudad va pasando por debajo de mí. Ese edificio famoso, aquel puente inmenso; los paisajes y estructuras me van hablando de lugares en los que he estado y otros que conozco a través de imágenes e historias. Pero todas estas sensaciones maravillosas que experimento al volar, se opacan ante la emoción que siento por la posibilidad de pasar un momento a tu lado.


Finalmente, llego a mi destino. Desciendo lentamente en medio de la gran plaza de aquella ciudad fría con su gris persistente y ecos medievales. Disfruto por unos segundos de estar ahí, en ese lugar tan fundamental para mis recuerdos. Es de noche pero la luna lo ilumina todo con su blanco perfecto y brillante. Y regresa a mi memoria algo que me dijiste también en una noche, en esa plaza, poniendo a La Luna de testigo.


Pero no tengo tiempo para pensar en eso y me dirijo inmediatamente hacia los bloques de edificios de ladrillos vistosos. Los hay por decenas, todos iguales, ordinarios, pero uno de ellos es único y especial para mí. Me acerco. Toco el timbre en el solitario portal, pero nadie contesta. Toco otra vez. El corazón me late a mil pero sólo recibo silencio. Tengo que encontrarte pronto y la angustia comienza.


Empiezo a caminar y regreso a la plaza. Aparecen personas, así de repente. Antes no estaban pero ahora sí y yo prefiero que no estén. Busco tu rostro pero no lo encuentro. ¿Dónde estás?


Voy a nuestro bar favorito y alcanzo a ver al otro extremo a algunos de tus amigos. Tu perfume golpea mi rostro y casi te siento. ¡Sí, aquí tienes que estar! Tocan una de nuestras canciones, esa que nos gustaba tanto bailar y te siento más. Voy apartando a la gente. Quiero moverme rápido pero las piernas me pesan, siento que voy en cámara lenta. - ¡Muévanse que no tengo tiempo! – Llego hasta tu grupo de amigos y pregunto por ti. Dicen que te acabas de ir. Yo pregunto si estás con alguien, mientras mi pecho se oprime esperando la respuesta. Me contestan que no y me tranquilizo, pero sólo un momento, porque sé que me tengo que apurar, que se me acaba el tiempo.


Continúo mi búsqueda por las calles adoquinadas de tu ciudad. ¡Qué estrechas y resbaladizas son! Siento que impiden que te encuentre y me desespero. Pienso en ti y otra vez recuerdo tus palabras y la luna.


Veo que en la esquina hay un grupo de personas y, ¡No puede ser! Ahí está mi hermana, y sé que eso no es lógico pero claro, en este momento nada tiene sentido. Le cuento que te estoy buscando y ella me dice que te vio pasar, que siga por esa calle y me alejo con la creciente angustia consumiéndome, con el cuerpo cada vez más pesado, moviéndome apenas, pensando que quizás, como sucede algunas noches, no alcanzaré a verte. Empiezo a llorar y pienso en ti con todas mis fuerzas. ¡Aparece! Pronto tendré que regresar. ¡Aparece por favor!


Por fin te veo. A unos cuantos metros, , con tus ojos profundos y melancólicos. Llevas tu pantalón beige y tu suéter negro. Me miras como diciendo -Bueno, aquí me tienes - y siento que una dicha inmensa me ahoga. Me lanzo a tus brazos, demasiado brusca, demasiado impaciente, haciéndote daño porque no puedo dejar de apretarte. Te agarro, te huelo, te siento, y te pido que me digas - Mi niña, mi niña. ¡No dejes de decirlo! – Y ya sé que se acaba el tiempo, - ¡No por favor, un momento más! - Te doy un beso profundo y desesperado, y siento tu barba rasposa ardiendo en mi piel, tus labios, tu lengua, tu sabor cálido.


- ¡Otro minuto por favor! - Te sigo apretando y oliendo mientras todo se vuelve borroso y transparente a nuestro alrededor. Te vas deshaciendo en mis brazos y sé que te pierdo una vez más, y por dentro grito que no, que no me quiero ir, que me quiero quedar aquí.


Y como siempre, después de cada vuelo fantástico a tu ciudad y a tus brazos, despierto con lágrimas quemando mi rostro, con tu olor impregnado en mi piel y con el eco antiguo de tus palabras retumbando en mi mente, diciéndome que cada noche, mirando a la luna pensarías en mi y que sabrías que también yo la estaría mirando para saber de ti. La noche, La Luna y los dos.

15 de septiembre de 2009

"Nobody puts Baby in a corner"


"Patrick was a rare and beautiful combination of raw masculinity and amazing grace. Gorgeous and strong, he was a real cowboy with a tender heart." Jennifer Grey

Estoy triste. Referentes de mi niñez y juventud se van muriendo y con ellos siento que se van también parte de mis recuerdos. Hace poco Michael Jackson, ahora Patrick Swayze.

Patrick Swayze fue el amor de niña de mi hermana C. Mientras yo suspiraba por Tom Cruise, mi hermana recortaba fotos de Swayze de las revistas, y una ocasión en New York donde podíamos escoger cualquier artista para simular que estábamos juntos en una foto, mi hermana escogió a Patrick. Recuerdo mucho esa foto porque ella la atesoraba y la tenía en un lugar privilegiado de su dormitorio.

Nos aprendimos la coreografía del final de Dirty Dancing y nos divertíamos mucho bailándola. Luego de muchos años, todavía a mi hermana se le salía un pasito de Patrick en medio de la farra y nos hacía reír.

También recuerdo haber pasado el duelo de alguna desilusión romántica escuchando horas, una y otra vez su canción "She´s like the Wind" ¡Como me hacía llorar!

Muchas gracias Patrick por hacernos bailar, gracias por hacer suspirar a mi hermana, gracias por darnos una de las canciones más lindas y románticas de todos los tiempos, y gracias por tu ejemplo de lucha hasta el final.

Como escribió una fan en YouTube: "Who´s gonna take baby out of the corner now?"

RIP

14 de septiembre de 2009

Defectos físicos


Esta semana la consigna fue escribir un párrafo descriptivo sobre un personaje que tiene un defecto físico o una característica llamativa. Esto es lo que escribí:

Llega la hora de salir y él se da la última revisada en el espejo. Mira con aprobación su bronceado y atlético cuerpo. Sube la mirada y se encuentra con unos ojos oscuros enmarcados por gruesas cejas, unos labios carnosos que dejan entrever una dentadura perfecta y un peinado de actor de cine. El quiere desesperadamente terminar en ese punto la revisión, pero ella, soberbia y airosa, no se deja ignorar. Su descomunal y larguirucha nariz se burla de él en el espejo y le recuerda que esta noche ella será la protagonista.

12 de septiembre de 2009

Un final diferente para "Ascuas en el Hielo"


Una de las consignas del taller fue darle un final diferente al cuento "Ascuas en el Hielo" de Edgar Allan García. A continuación publico el cuento y luego en un comentario incorporo mi propuesta como final para la historia.

Ascuas en el Hielo - Edgar Allan García

Digo que los muertos matan a los vivos.
Esquilo


Ella viene de un mundo de campos verdes, pájaros, autos deportivos, París, Montecarlo, New York, y dice demodé, okey, Saint-Lorent, uffff ¡qué país!, oh sí, apenas dos o tres mil dólares, o sea, non plus ultra, si vous plaite, y habla como si el mundo entero la escuchara, como si Dios mismo no pudiera vivir sin sus pucheros, su risa de pájaro, sus interjecciones y su modo de decir c'est la vie.

Él viene de un mundo de alambradas, muros de ladrillo, apartamentos como nichos, calles oscuras, padre borracho, sombra en vez de madre, hermanos como zumbidos, como voraces hormigas, como escorpiones aguardando en las tinieblas; pero ha aprendido los innumerables recursos del sueño y vuela semejante a un ícaro y danza sobre brasas mientras pinta bosques aéreos, catedrales líquidas, llamaradas áureas que luego expone ante la fascinación del público.

Ella, hálito de carne, ninfa iluminada por ascuas de otro tiempo, lo mira y su sonrisa lo atraviesa, su hola lo resquebraja, lo traslada a un mundo extraño, y su perfume, su perfume le recuerda los bálsamos y esencias de un puñado de doncellas atenienses que titilan desnudas en su memoria o en ninguna parte. Él responde, no responde, balbucea, sonríe, chupa el cigarrillo apagado. Ella piensa: cuadros bonitos, caros, buen futuro. Él la mira y piensa: ojos como pequeñas gacelas verdes bajo un océano dorado húmeda cereza temblando en triángulo prohibido cantos muchos cantos secretos tras ese gesto de sacerdotisa de la carne.

Ella lo felicita, se aproxima, lo mira de frente y de súbito se estremece. Sin poder evitarlo, él alarga la mano hasta su hombro escotado y la atrae hacia su pecho y le susurra un torrente de poesía en el oído. Ella siente que el piso se hunde, que uh lalá, que uff, que qué calor ¿no? Él, sátiro encendido, parece danzar desnudo alrededor de piras, volar entre la perfumada humareda y, en un arrebato, le regala un cuadro, su bosque de diamantes, su canto de aguas salvajes, universo alucinado donde salta, gira, se ensortija. Ella lo besa en la comisura de los labios, le brillan los ojos marinos, balbucea palabras en una lengua extraña, brinda con él y se va flotando.

Por lo menos doce o quince mil dólares en Europa, o quizá veinte mil, dice papi en un arrebato de tasador. Pero, ¿qué opinas en realidad?, se agita ella, ¿no ves acaso a esa mujer que parece bailar entre la bruma? ¿y esos cuerpos desnudos retorciéndose de amor tras los árboles? acércate, acércate, ¿escuchas esa crepitación de fogatas encendidas? Es como si en otra vida, no sé, es como si en un lugar que conozco y no conozco, hace mucho tiempo, él y yo hubiéramos compartido el círculo de un fuego misterioso, algo semejante a las fiestas de la carne, pero sagradas, ¿comprendes?, sagradas, porque en alguna parte del bosque había una pira, un puñado de sacerdotisas que nos miraban entre la humareda mientras los cánticos, sí, los cánticos y todas esas danzas vehementes y extrañas se mezclaban con gritos de alegría...

Papi la mira desde lo alto del castillo rápidamente levantado por fantasmas medievales. No, no comprende nada de lo que ella dice masculla canta pero huele, siente el peligro y toma la cruz de bronce entre sus manos y masculla un juramento que se esparce como oleaje tenebroso. Papi percibe el creciente aleteo en ese pecho núbil, aquel repentino acantilado que se ha abierto bajo los pies de su única hija y, súbitamente convertido en el rey de un cuento legendario, galopa al anochecer entre las antorchas de Argos, sortea bacantes, sátiros, ménades, silenos, entra a la Ciudad Maldita, prende fuego a las embarcaciones floridas, arrasa el majestuoso Templo de la Carne y, luego, jadeante, en un último acto heróico, alzando los ojos al cielo, salva a la princesa, la salva enviándola a un internado de hielo, allá, sobre la oscura grupa de los Alpes, para siempre, hasta nunca jamás.

¡Comienza el viaje!


Bueno, qué puedo decir. Estoy muy contenta por inaugurar este espacio que me da la posibilidad de escribir. ¿Qué voy a escribir? Quién sabe. Pensamientos, historias, frustraciones, opiniones. Lo importante es escribir, lo que sea, pero escribir. Algo que desde que tengo memoria ha estado dentro de mí, pero siempre lo he ido dejando para un futuro lejano. Pero el futuro ya me alcanzó y si no comienzo ahora, probablemente nunca lo haré.

¿Por qué el nombre? Pues uno de los libros que más me llegó en la niñez fue El maravilloso Mago de Oz, una historia muy conocida y lindísima. Un elemento importante de esta historia es "The Yellow Brick Road" o El Camino Amarillo como se lo conoce en español y siento que representa lo que es para mi la escritura en este momento. Un camino largo por delante, lleno de posibilidades y sorpresas hacia un lugar mágico que no conozco y donde tal vez se puedan cumplir mis deseos.

Quiero dedicar esta entrada a Solange Rodríguez, escritora ecuatoriana e instructora del taller de escritura creativa al que asisto actualmente. El taller, aunque es el primero en el que participo, me ha dado el impulso que necesitaba para atreverme a entrar, tímidamente y sin pretensión alguna, en este mundo. Muchas gracias Solange por crear el taller, por compartir tu experiencia y conocimientos con nosotros, y sobre todo por motivarnos.

Sigo por el camino amarillo entonces.