1 de junio de 2016

Lo que pasó allí dentro




Los tres microrrelatos que pueden leer a continuación están unidos por la idea de lo peculiar dentro de sitios ordinarios. Espero que disfruten de su lectura.


Reencuentro en el subway


¡Nueva York! Intentas descifrar el mapa mientras evades cientos de codazos en el subway. Con ansiedad recuerdas como, varios meses atrás, una desconocida te rescató con indicaciones.


Un salto brusco desvía tu mirada al otro extremo del vagón donde encuentras a la misma chica que te ayudó hace un año. Tus ojos regresan al mapa en el siguiente salto. Sabes perfectamente que hay reencuentros que prefieren descansar en paz.



Conversación dentro de un spa en el este de Tennessee


—¡Qué lindo tu reloj! Me encanta Hello Kitty —dice la cosmetóloga.


—¡Gracias! No puedo creer que a mis años me siga gustando tanto —contesto, un tanto ruborizada.


—Hello Kitty es para todas las edades —dice la manicurista cincuentona.


—¡Claro que sí! —dice entusiasmada la peluquera—. Por eso estoy pensando en añadir a mi colección de rifles, uno de Hello Kitty.



Palabras de un sabio guardia cubano a mi ex novio alemán dentro de un estacionamiento en Miami

—Caballero, se le cayó la sonrisa.



@melmarquezadams


letrasdesdeeldesvan.blogspot.com

6 de mayo de 2016

La cajita

El relato a continuación fue trabajado como parte de un ejercicio propuesto en un taller de escritura.  A partir de un conflicto personal relacionado a un objeto, debíamos transferir los sentimientos provocados - sin mecionarlos explícitamente - al texto.

La cajita


—¡Qué linda cajita! —dice Mónica, haciendo girar el objeto de madera para admirar el tallado—. ¿Por qué la tienes refundida aquí en el cajón del velador?
—¿Te gusta? Puedes quedarte con ella si quieres —le contesto, intentando desviar la mirada de lo que sostiene.
—¿Estás segura? Pero si está muy bonita —insiste, mientras mira la caja por todos lados, como buscándole un defecto—. ¿Quién te la dio?
—Me la dio Andrés.
—¿Por tu cumpleaños? —pregunta mientras abre la caja. Supongo que estará pensando lo que puede guardar ahí adentro.
—No. Me la regaló así de repente —le digo, alzando los hombros—. Me contó que la vio en una vitrina y que le hizo pensar en mí.
—¡Qué detallazo! —dice mi amiga con un entusiasmo exagerado, aunque inmediatamente frunce el ceño —.  Pero entonces mujer, no entiendo. ¿Por qué te quieres deshacer de la caja?
—Hace un par de semanas —le cuento mientras me voy acercando al velador—, la mejor amiga de Andrés, la tal Rosa, me preguntó qué es lo que veo en él; que es el chico más huraño del mundo y qué cómo lo aguanto. Hago una pausa mientras arrebato el objeto de las manos de Mónica—. Entonces, yo le contesté que un hombre huraño no podría tener un detalle como el de regalarme espontáneamente esta cajita.
—¿Y eso que tiene que ver? —pregunta mi pobre amiga, más confundida que nunca.
—Mientras describía la caja a Rosa, vi cómo se le iluminaba el rostro. Entonces, luego de dispararme una sonrisita que dejaba ver sus dientes perfectos, me contó como en su último viaje de vacaciones, al pasar por una vitrina, algo llamó su atención. Se trataba de una cajita redonda de madera, la cual le hizo recordar a su mejor amigo. Supo que sería el suvenir perfecto. —Doy una última mirada a la caja y la devuelvo a su lugar; allí, en el rincón oscuro de aquel pequeño cajón.

11 de febrero de 2016

Ecos de una Escritora Modernista - Carmen de Burgos.



Comparto con ustedes un extracto de un trabajo que escribí para una clase de literatura española del siglo IXX. Descubrir a Carmen de Burgos fue realmente lo mejor de aquella clase. 



     La obra literaria femenina ha sido catalogada hasta el presente siglo como de segunda categoría y por lo tanto, marginada del círculo académico y canónico (Urioste 527).  Ann Kaplan comenta que al hacer una lectura de la literatura canónica como discurso social patriarcal originado dentro de los márgenes rígidos y jerarquizados de la academia, se descubre que las mujeres no han tenido representación dentro de dicho discurso ya que tampoco fueron consideradas como productoras del mismo (13).  Dentro de la práctica cultural a finales del siglo XIX e inicios del siglo XX en España, a pesar de los cambios importantes que la sociedad estaba experimentando, en la mayor parte de los textos del período se sigue describiendo a la mujer desde la perspectiva masculina del autor y usualmente en relación a un personaje masculino (Urioste 527). 
     De acuerdo a Carmen de Urioste, a fines del siglo XIX, ante el tambaleo de los valores de la sociedad patriarcal, se hizo necesario cuestionar el rol pasivo y privado de la mujer española (528).  Las mujeres comenzaron a tomar conciencia de su situación de total dependencia que contrastaba con la liberación femenina que se estaba dando a nivel internacional.  A partir de esta concientización surgieron temas polémicos tales como el divorcio, los derechos cívicos y legales de las mujeres, y la sexualidad femenina, los cuales empezaron a plasmarse en la literatura y prensa de la época (Urioste 528).  Sin embargo, en una sociedad patriarcal por excelencia, no es de extrañar que la incorporación al diálogo sobre estos temas encontrara opositores y detractores, como lo refleja la siguiente cita de Gregorio Martínez Sierra correspondiente a 1917: “Pero, dirán ustedes, ¿no es el feminismo una doctrina desaforada, un sueño histérico de pobres solteronas feas, que desfogan la dolorosa ira de no haber encontrado puesto en la mesa del banquete del amor, rompiendo cristales a pedradas y reclamando a gritos por la calle el derecho a votar como los hombres?” (Citado en Urioste 528).
     Un gran ejemplo de la obra de la mujer que reacciona a pensamientos como el de Martínez Sierra, que ha ganado conciencia del ambiente socio-económico en que su género evoluciona y que está vinculada a la problemática que rodea los primeros intentos del feminismo se puede encontrar en los textos de Carmen de Burgos y Seguí, también conocida como “Colombine”, seudónimo con el que firmó algunas de sus obras.  A pesar de que Burgos vivió y escribió en el período modernista de España, es raramente mencionada en los estudios sobre este movimiento, así como no lo son tampoco otras escritoras mujeres (Johnson 66).  Sin embargo, Roberta Johnson argumenta que el caso de Burgos es especialmente relevante cuando se define el modernismo español en general y el rol de las escritoras mujeres dentro del mismo (66). 
     Wolff comenta en su ensayo “The Invisible Flaneuse: Women and the Literature of Modernity” que la literatura del modernismo describe la experiencia exclusiva del hombre y la esfera pública (Citada en Zubiaurre 59).  El modernismo enfatizaba la forma y la filosofía y no los fenómenos sociales tales como los cambios que experimentó el rol de la mujer en el mundo moderno.  El feminismo y la problemática de género eran tan solo temas marginales para los modernistas españoles. Maryellen Bieder argumenta que los escritores modernistas hombres se enfocaban primordialmente en preocupaciones artísticas mientras que las mujeres tendían a examinar la sociedad e indica que “Women’s quest for autonomy, authority, or financial freedom thus displaces the more abstract concerns of male authors” (252).  Johnson propone un concepto de modernismo que incluye el modernismo social en el cual Burgos participó (67) y concluye su artículo diciendo que “Her social modernism, especially within the context of contemporaneous Spanish society and literature, flies in the face of tradition and deserves a place alongside the modernisms of Unamuno, Valle-Inclán, Baroja, Azorín, Pérez de Ayala y Miró” (75).    
     La marginación de la obra de Burgos se da también en los estudios del grupo de escritores denominado como “Generación del 98”.  Sally Thornton observa que mientras muchos críticos argumentan que cualquier concepto de una generación unificada de autores es imposible de mantener dado los diversos estilos, filosofías y preocupaciones de los escritores, ninguno incluye a Carmen de Burgos en la conversación (214).  Michael Ugarte parece justificar la omision de la obra de Burgos del canon aludiendo a que la autora es mas bien marginal y observa que: “We find a need to include the Works of Burgos in the canon of Spanish literature, but they do not seem to fit…. Her concerns and the styles and genres in which she chooses to express them, are different” (Citado en Thornton 214).  Por supuesto que las preocupaciones de Burgos y su manera de expresarlas son diferentes dado que la escritora enfrenta la angustia y la dicotomía sobre la modernidad desde la perspectiva de la mujer oprimida por una sociedad patriarcal. Un escritor que se encuentra en los márgenes de la sociedad dominante puede entender la situación de los marginados y escribir desde su perspectiva. Una razón importante por la que Federico García Lorca logra plasmar en sus obras el entorno de opresión que enfrentaba la mujer española a inicios del siglo XX es precisamente porque su homosexualidad lo relegó también al margen.       
     La escritora Carmen de Burgos nació en Almería en 1867 y luego vivió en la ciudad de Rodalquilar donde gozó de una vida cómoda en el seno de una familia adinerada.  La madre de Burgos tenía apenas quince años cuando dio a luz a la escritora y tuvo en total diez hijos.  Aunque la familia esperaba que el primogénito sea un varón, Burgos no fue castigada intelectualmente durante su niñez por ser mujer.  En la mesa de la casa de los Burgos se podía encontrar frecuentemente libros, periódicos, y artículos y así mismo la familia discutía y debatía las últimas noticias del país (Cela 20). 
      Burgos se casó bastante joven (a los 16 años), y a pesar de la oposición de su familia, con el periodista Arturo Álvarez Bustos.  Sin embargo, se dio cuenta muy pronto de que no era una unión que le convenía.  Burgos concordaba con los valores de la época respecto al rol maternal de las mujeres, pero no compartía la idea de su esposo de que la mujer debía honrar constantemente a su pareja de tal manera que ella quedara permanentemente en segundo lugar y sin poder lograr nada por si misma (Cela 39).  Burgos dejó a su esposo en 1899 llevándose a su hija de cuatro años  “en medio del escándalo provinciano”. Se mudó a Madrid donde mantenía a su hija y a ella misma con su escritura y dando clases (Núñez Rey 14-16).    En 1908 inició una relación con Ramón Gómez de la Serna, veinte años menor a ella, con el cual colaboró y viajó hasta 1929 en unión libre y abierta lo cual fue algo excepcional para la época.  Como la primera mujer corresponsal extranjera, dio cobertura a la guerra entre España y Marruecos en 1909 y luego fue corresponsal de guerra durante la Primera Guerra Mundial (Johnson 67).     

     Su pasión por la educación y su profesión como instructora académica dieron forma a la vida de Burgos quien estudió arduamente para convertirse en profesora “in an era when few Spanish women received much formal education and even fewer had any professional training” (Bieder 241). El feminismo en España no experimentó el mismo desarrollo que en otros países europeos.  El término “feminismo” tenía connotaciones negativas y era usado para etiquetar “almost every proposed change in or challenge to the rigidly traditional roles” que se esperaba que las mujeres cumplieran (Bieder 242).  Ugarte asevera sin embargo que las mujeres escritoras “were not invisible, nor is it the case that the difficult conditions for women in the city were accepted without the slightest quarrel”.  Tambien señala las figuras de Burgos y Emilia Pardos Bazán y la lucha que enfrentaron como escritoras mujeres a inicios del siglo XX en Madrid (79). Burgos no fue una profesora universitaria como lo fue Pardo Bazán pero en cambio sí fue una de las primeras mujeres en ganar su sustento escribiendo novelas populares y artículos para periódicos.  Esto hace que sea una de las primeras mujeres escritoras de profesión (Nuñez Rey 22).  Burgos se convirtió en escritora en un momento ambiguo para la realización de las mujeres, pero ella encontró la manera de lograrlo.      

22 de enero de 2016

Cosas raras que ocurren cuando estamos juntos



Dice mi esposo que nunca en la vida le ha pasado el tipo de cosas raras que ocurren cuando estamos juntos. Para que juzguen ustedes mismos, qué es lo que mi esposo considera "cosas raras", aquí les dejo un recuento de los eventos del día de ayer.

Ayer fue un "snow day" aquí en la región donde vivimos en el Este del estado de Tennessee. Un "snow day" tiene su lado simpático y divertido: se cancelan clases en universidades y escuelas y algunas empresas deciden también cerrar sus puertas. Niños y jóvenes sacuden el polvo de sus mini trineos, sofisticados o improvisados, y ¡a resbalar por acolchadas colinas blancas se ha dicho!  Suena estupendo, ¿verdad?  

Claro que sí, pero el 'yin' de este evento natural, es que las calles y carreteras se tornan sumamente peligrosas y las personas que se atreven a salir sin tomar las precauciones del caso, sobre todo si se tienen vehículos pequeños, se arriesgan a resbalar por los caminos y tener un accidente. También en otros casos, como la nieve tapa agujeros y empinadas, puede ser que uno acabe con el auto hundido en un montón de nieve sin posibilidad de moverlo. Ya ven cómo esto no suena muy divertido que digamos.

En fin, ya que tenemos una semana de haber regresado de la calurosa y soleada ciudad que me vio nacer, Guayaquil, al ver toda esa nieve amontonada me emocioné por el contraste del paisaje que golpeaba mis sentidos. Le pedí entonces a mi esposo, quien es de estos lados y tiene amplia experiencia conduciendo en la nieve, que me llevara de paseo en su camioneta. Tenía muchas ganas de ver el centro de la ciudad cubierto por el helado manto, las ramas de los árboles adornadas por blancas guirnaldas y los habitantes portando sus invernales galas. Quería caminar sobre la blanca nieve, que mi cuerpo atrapado en capas de ropa de pies a cabeza, sintiera el refrescante frío, luego del remesón de calor al que lo sometí por más de un mes en un intenso clima tropical.

Atravesamos las heladas calles despacio y con cuidado. Las montañas y el lago cerca de mi casa se veían en todo su esplendor, sin nada que envidiar a postales de destinos europeos. Luego de ver lo bonita que se mostraba la ciudad con su disfraz navideño atrasado, llegamos a nuestro parque favorito para caminar. Había cinco pulgadas de nieve y al parecer, éramos los únicos emprendedores en la locura o aventura de disfrutar el paisaje del lugar. Caminábamos a paso lento y yo, al ritmo de una pesada marcha, trataba de evitar resbalarme.

Cinco minutos dentro de nuestra esponjosa caminata, descubrimos que no estábamos solos en el parque. A unos metros de donde estábamos, se podía ver un auto cuya parte trasera estaba hundida en la nieve.  A un lado de la puerta abierta - de pie y sin abrigo - una mujer sola, inmóvil, como suspendida en el espeso silencio, miraba en nuestra dirección. Mi esposo me miró con cara de incredulidad y me dijo alarmado, “Esa mujer no tiene ni piernas ni brazos.”

Al principio sonreí, pensando que se trataba de un mal chiste, pero al ver la cara seria de mi esposo, volví a mirar hacia el rincón del incidente, enfocando y prestando más atención. ¡No lo podía creer! Los shorts de la mujer en cuestión, dejaban al descubierto dos piernas prostéticas. De las mangas cortas de la camiseta solo sobresalía espacio, transparencia… nada.

La absurdez del chocante cuadro me hizo pensar que el frío había afectado nuestras mentes. Cerré y volví a abrir los ojos, pensando que a lo mejor la alucinación desaparecería, pero no, ahí seguía la sorprendente y extraña escena, desafiando e interrumpiendo la circundante calma.

Desde la distancia segura que nos separaba del sospechoso panorama, a viva voz mi esposo le preguntó si ya había ayuda en camino. Con palabras arrastradas ella contestó que sí, preguntando además si teníamos cadenas. Lamentablemente no era el caso. Mi esposo me dijo que si en diez minutos no llegaba nadie a rescatarla, nos acercaríamos a ver qué podíamos hacer por ella.

Sentíamos recelo obviamente.  ¿Cómo podía ser que alguien en esas condiciones haya decidido salir de paseo en su pequeño auto por un lugar que desbordaba nieve sin llevar además ningún tipo de abrigo?  Parecía un episodio sacado de una de esas series de temas sobrenaturales – uno en que las cosas no les van muy bien a los buenos samaritanos – así es que crucé los dedos para que la ayuda llegara rápido y no tuviéramos que acercarnos a la peculiar mujer.

Por suerte así fue y en cinco minutos un joven, con la ayuda de cadenas y su camioneta, ya había sacado el auto de la zanja.  Continuó arrastrando el vehículo, con su curioso ocupante dentro, por el camino empinado que llevaba hacia la salida del parque.  Yo no quise mirar hacia el auto cuando pasó a nuestro lado. Sentí escalofríos. Mi esposo me dijo que la mujer iba muy campante, como si no hubiera acabado de pasar una situación de emergencia en el inclemente tiempo que azotaba aquel silencioso rincón del mundo.

Ahora sí nos habíamos quedado completamente solos, con la nieve, montañas, y el lago como únicos testigos de que lo que había ocurrido y un gran signo de interrogación rebotando por encima de nuestras cabezas. 

Entonces queridos lectores, ¿piensan ustedes que mi esposo tiene razón cuando habla de las cosas raras que ocurren cuando estamos juntos?
 
Fotografía: Melanie Márquez Adams

Cherokee Park – Morristown, Tennessee