27 de febrero de 2011

La Casa de Bernarda Alba: El duende, Andalucía y la tragedia

Comenzando con la introducción que Josephs y Caballero realizaron para esta edición de La Casa de Bernarda Alba, lo que más llamó mi atención fue la mención de la “teoría del duende” de García Lorca. Citan al artista granadino explicando el duende como “un poder misterioso…el espíritu de la tierra” (53). Leer sobre el duende me llegó al alma porque la verdad es que cada vez que escucho flamenco o veo una presentación de ese precioso baile, siento algo muy intenso que me estruja el corazón y me hace sentir una nostalgia muy grande. Nunca había comprendido el por qué de esa reacción, así es que de ahora en adelante cuando me embargue ese sentimiento inexplicable, voy a pensar que es el duende que me ha atrapado con sus melodías y lamentos.

Algo que me ha impresionado de gran manera sobre esta primera obra que leo de Federico García Lorca es la capacidad magnifica que tenía de crear diálogos cargados de símbolos y doble sentido. Esta característica del lenguaje facilitó el que yo pudiera sentir y percibir de una manea vívida lo que acontecía en la trama y en el interior de los personajes. Así mismo se pueden encontrar en los diálogos muchos modismos y expresiones andaluzas. Pienso que por ser una amante de la cultura española, por haber vivido en España y por haber conocido Andalucía, fue fácil para mí imaginarme el ambiente rural, los personajes del pueblo y relacionarme con las mujeres de la historia. Pienso que es muy difícil que La Casa de Bernarda Alba produzca el mismo efecto en personas que no conozcan nada sobre la cultura andaluza.

Más allá de mi afinidad hacia la cultura española, pienso que otra razón por la cual me pude identificar con la obra y sus personajes, fue el hecho de que yo provengo de una sociedad donde se ve reflejado el tema central de La Casa de Bernarda Alba. La gente de mi tierra se preocupa demasiado del “qué dirán” al igual que la orgullosa Bernarda. Pienso que García Lorca pintó un extremo de la realidad de su país para comunicar su mensaje de lo terrible que es vivir en una sociedad donde las personas se tornan prisioneras de convencionalismos por el hecho de mantener las apariencias. Porque lo que las mueve a querer mantener las tradiciones y la “moral” no es ser buenas personas, sino casi siempre la preocupación de lo que dirá el vecino.

Pasando al polémico tema de si esta obra es o no una tragedia, en base a la lectura en clase sobre los elementos que deben poseer las tragedias según Aristóteles, pienso que en efecto, La Casa de Bernarda Alba es una tragedia. Leímos que Aristóteles entendía como trágica “cualquier desgracia que suscita miedo y lástima”. Así mismo argumentaba que “para poder sentir lástima por los personajes, debemos sentir que su sufrimiento es inmerecido”. Considerando esta teoría, me remito a las siguientes palabras de Amelia en el segundo acto: “Nacer mujer es el mayor castigo” (159).

En la época en que se desarrolla la obra, sí que se podía considerar un castigo nacer mujer en un pueblo de España donde se estaba destinada a no tener mayores opciones en la vida. Se puede pensar entonces que las hermanas Alba no tuvieron la culpa de nacer mujeres y tener que vivir en ese ambiente terrible y asfixiante impuesto por su madre. Porque en realidad, las alternativas de Adela eran dos: escaparse para recorrer los caminos como pordiosera o prostituta, o quedarse en esa casa para seguir viviendo en el infierno en que las tenía encerrada Bernarda. Ninguna de las dos alternativas es algo que yo escogería.

Al ponerme en el lugar de las hermanas, pienso que sí que fue una desgracia para ellas el nacer mujeres y por eso durante la lectura sentí lastima por cada una de ellas y también miedo al preguntarme cómo iba a acabar Adela. Desde este aspecto que he analizado dentro de la perspectiva de Aristóteles, la historia constituye entonces una tragedia. Una tragedia donde las hermanas son merecedoras de lástima por haber nacido mujeres sin opción a cambiar su destino y donde el miedo resulta justificado ya que el desenlace de la menor de las Alba fue el de pagar con su vida el atrevimiento de querer reclamar su libertad.

Bibliografía

García Lorca, Federico. La Casa de Bernarda Alba. Ed. Allen Josephs y Juan Caballero. Madrid: Ediciones Cátedra, 1996.

6 de febrero de 2011

Unamuno y la historia de una pasión


Acabamos de terminar la lectura de Abel Sánchez (1917) de Miguel de Unamuno en mi clase de Literatura Española del Siglo XX. Abel Sánchez es, como dijo el autor en el prólogo a la segunda edición, la historia de una pasión. Pero al contrario de las grandes pasiones que estamos acostumbrados a leer en las novelas, esta se trata de una historia sobre uno de los siete pecados capitales: la envidia. Teniendo como marco la historia bíblica de Caín y Abel, conocemos a Joaquín Monegro y Abel Sánchez, amigos de toda la vida unidos por la relación envidiado - envidioso, la cual es una de las muchas teorías de Unamuno respecto a la condición humana. Joaquín es atormentado durante toda su vida por el sentimiento de envidia hacia su amigo y sufre, al ver como todo lo que él considera importante es arrebatado por Abel. Este sentimiento trágico, que nos llega a través del narrador y de las confesiones de Joaquín, destruye a las familias de los dos “amigos” y al igual que la historia bíblica, encuentra un desenlace fatal en la muerte. A continuación comparto mi reacción a la lectura de esta magnífica obra del escritor vasco Miguel de Unamuno.

Es la primera vez que leo una obra de Unamuno y mi primera reacción al leer Abel Sánchez ha sido preguntarme por qué no me había encontrado antes con sus trabajos ya que la teoría e ideas expuestas en esta novela me han impresionado mucho. Me siento de cierta manera identificada con su manera negativa y cínica de mirar y juzgar a la sociedad a la cual pertenece. Al igual que Unamuno, yo siempre he pensado que la sociedad en la que me tocó crecer es bastante hipócrita y he tendido a ser muy desconfiada de la mayoría de las personas. No creo en la amabilidad excesiva de la gente y cuando experimento una situación así, enseguida pienso cuáles son sus verdaderas o “segundas” intenciones.

Comenzando con el análisis de la introducción crítica, concuerdo en categorizar esta historia como una “nívola”. Abellán nos dice que Unamuno define a una nívola como relatos de realidades íntimas contados sin adornos (10). Abel Sánchez tiene definitivamente estas características ya que el protagonista de la historia nos revela lo más oscuro y profundo de su alma con una honestidad maravillosamente cruda. Esta oscuridad es causada por el sentimiento de la envidia, sexto pecado capital, el cual atormenta a Joaquín Monegro.

Como nos explica Abellán, “el argumento central de la novela es el tema de la envidia” (11) por lo cual es importante comprender la magnitud de este sentimiento. Al buscar el significado de la palabra envidia me encontré con dos definiciones: “Tristeza airada o disgusto por el bien ajeno o por el cariño o estimación de que otros disfrutan” y “Deseo honesto de emular alguna cualidad o algún bien que otro posee” (WordReference.com). Las dos definiciones aplican al sentimiento de Joaquín ya que ver como Abel es apreciado y preferido por todos, sobre todo Helena, así como lo fácil que se le da triunfar en la pintura, amarga la existencia de Joaquín y al mismo tiempo provoca que desee emular la fama y gloria de la que gozaba su supuesto mejor amigo.

Unamuno considera la envidia como el origen de los conflictos históricos y sociales que azotaron a España (10). Es lógico pensar el que Unamuno haya quedado marcado por el hecho de haber vivido ente dos guerras y que por esta razón haya querido racionalizar el por qué de estos acontecimientos. Para muchas personas, sobre todo los no creyentes, encontrar una explicación de eventos trágicos, es una manera de superar el dolor y encontrar sentido a la vida. Utilizando un pueblo pequeño para representar a España, Unamuno nos muestra como una sociedad donde existe disparidad de dinero y poder, produce como consecuencia resentidos sociales que envidian a los ricos y poderosos. Así mismo los ricos y poderosos son soberbios y desprecian al “pueblo” pero al mismo tiempo necesitan que este los envidie para seguirse sintiendo superiores. Esto ilustra la teoría Umaniana del envidiado-envidioso ya que el novelista vasco pensaba que “el envidiado necesita del envidioso tanto como este de aquel” (19).

Pasando al aspecto religioso, podría escribir un ensayo sobre todos los puntos en los que concuerdo con lo que escribió Unamuno en esta novela. Basta decir que cuando leí lo de que “la confesión sirve para pecar más tranquilamente” (122) me reí mucho y pensé cuanta verdad hay en esta frase. Es muy cómodo saber que no importa el mal que uno haga durante la semana, llegado el domingo, uno va a la iglesia, se confiesa, reza, hace quizás una penitencia y ¡listo!, queda libre de pecado. Conozco a tanta gente que dice ser “muy católica”, de esos que se dan golpes de pecho durante la misa, y ni bien comienza la semana ya están maltratando a sus empleados y algunos hasta a sus familias. Como lo dice el personaje de Federico, “¡Y hay cochinos cristianos que se atreven a llamarse a sí mismos honrados!” (121).

Repitiendo lo que mencioné durante la clase, yo no soy una lectora promedio porque al leer esta novela sentí mucha lástima del personaje de Joaquín al contrario de la antipatía que según lo que entendí, despierta en otros lectores. Si dejamos la espiritualidad a un lado, esa que nos hace pensar que hay un plan para cada uno, es difícil ignorar las injusticias que existen en el mundo. Veríamos, por ejemplo, que es injusto el que ciertas personas nazcan en familias o países privilegiados y que en cambio otras nazcan en medio de la pobreza y subdesarrollo. Nos parecería injusto también, que ciertas personas nazcan con el don del carisma y que otras resulten insoportables por más que hagan mil maromas por agradar a los demás. Lo mismo opinaríamos sobre la desigualdad terrible en la repartición de talento, inteligencia y belleza.

En realidad, todos hemos sido Joaquín en algún momento de nuestras vidas y nos hemos preguntado ¿por qué a mí?, ¿por qué no pude ser más bonito, más delgado, o más inteligente? ¿Por qué tengo que padecer de esta enfermedad?, ¿por qué no naci dentro de una familia que me comprendiera y aceptara?... Y así un sinfín de preguntas que hemos lanzado al universo en un momento desesperado. Lo que pasa es que luego de ese lapso de flaqueza, muchos somos capaces de aceptar lo que nos tocó, de hacer las paces con la vida y de seguir adelante. Pero hay otros que no encuentran esa fortaleza interna y que, al igual que Joaquín, no pueden liberarse de las garras de la amargura y se dejan atormentar por sus propios demonios. Aquellas personas se merecen nuestra compasión entonces porque nosotros pudimos alcanzar la salvación… ellos no.

Bibliografía

Unamuno, Miguel. Abel Sánchez. Ed. José Luis Abellán. 2nd ed. Madrid: Editorial Castalia, 1990 Abellán, José Luis.

WordReference.com. Web. 1 Feb. 2011. ‹http://www.wordreference.com/definicion/envidia›.