Ya que el cuento es parte del género literario de la narrativa, pienso que es importante antes que nada comprender este último término. De acuerdo a Gómez-Martínez, la narrativa hace referencia “a un relato que consta de una serie de sucesos (la historia), a través de la representación humana (el narrador, los personajes) y con posibles comentarios, implícitos o explícitos, sobre la condición humana (el tema)” (Proyecto Ensayo Hispánico). Gómez-Martínez reconoce la complejidad del término e indica que al existir una gran variedad de textos narrativos, cualquier definición puede resultar perjudicial para la creatividad de los autores.
Cabrera Infante proporciona varios ejemplos que nos muestran la antigüedad del cuento y sus diferentes representaciones a lo largo de la historia en varias regiones del mundo. Esto nos hace reflexionar en que no tiene sentido establecer una sola definición porque sería limitar un género muy rico y diverso. Creo que la diversidad del cuento va de la mano con la diversidad de las culturas del mundo, ya que el primero refleja a la segunda. Entonces, en lugar de tratar de definirlo, conviene mejor analizar posibles características que provean pautas de lo que es el cuento, sin cerrarnos tampoco a las mismas.
Respecto a algunas de las características mencionadas por los grandes de la literatura acerca del cuento, encontramos que Edgar Allan Poe pensaba que debe leerse de una sola sentada (no importa si toma 2 minutos o 2 horas) y que debe escribirse solamente si se conoce el final. Hemingway opinaba que el cuento debe ser un iceberg que no muestra todo para que el lector pueda trabajar. También propone la teoría de la “pistola”, la cual implica que si en el cuento aparece un elemento, como por ejemplo una pistola, hay que involucrar al mismo en el final de la historia para que tenga significado. Julio Cortázar consideraba que el cuento debe ganar por KO (“knock-out”), a diferencia de la novela que debe ganar por puntos. Decía además que debe tener un final epifanico y revelador donde todo se resuelva (Talleres de escritura creativa).
A pesar de la opinión descrita anteriormente, vemos que Cortázar no estaba de acuerdo con una definición cerrada del cuento cuando dice:
[...] Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de conocer sus leyes. En primer lugar, no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable; en segundo lugar, los teóricos y los críticos no tienen por qué ser los cuentistas mismos, y es natural que aquéllos sólo entren en escena cuando exista ya un acervo, un acopio de literatura que permita indagar y esclarecer su desarrollo y sus cualidades (Paredes 32).
Me parecen muy relevantes las opiniones de los expertos ya que nos dan una luz sobre la intención de los autores para escribir sus cuentos, pero pienso que también es importante considerar al lector. Hay lectores que pueden leer de una sola sentada cuarenta páginas y otros que se toman su tiempo en cinco. Inclusive, la reacción del lector puede variar de acuerdo al autor. Por ejemplo, yo puedo leer cien páginas en una sola sentada pero en el caso de Borges, recuerdo que me tomó algunos días “digerir” el único cuento que me he leído del gran escritor argentino.
En cuanto al cuestionamiento sobre la diferencia entre lo que llamamos un “cuento” informal y el “cuento” que pertenece al género literario, pienso que el profesor Fernando Valls, de la Universidad Autónoma de Barcelona nos da una pauta en su discusión sobre el cuento y relato. Nos recuerda que “el término cuento ya se usaba en el siglo XIX para designar la narrativa breve, conviviendo con otros como relación, que Fernán Caballero opone a cuento popular, y leyenda (Bécquer); mientras que el concepto de relato, tal y como lo entendemos hoy, aparece en los últimos años sesenta” (Talleres de escritura creativa). Valls explica que tal vez debido a que el cuento era un término con demasiados significados, alguno de los cuales le proporcionaban una naturaleza negativa, en 1988 el narrador Fernando Quiñones pidió que se sustituyera por relato.
Según Valls, en general el cuento se clasifica en literario y popular. Explica que el popular se refiere a cuentos tradicionales, de hadas, leyendas, y mitos que son transmitidos por tradición popular y que el término relato se contraponía a ésta última clasificación popular, en el sentido de que relato no significaba más que cuento literario. Dice además que el cuento es una narrativa en prosa de hechos imaginarios y que el relato por su parte admite hechos no ficticios, pero nos recuerda que en la literatura nada es definitivo (Talleres de escritura creativa).
Tampoco podemos encasillar ciertas regiones del mundo a la creación de géneros determinados. Leí un ejemplo de esto en la presentación de la antología de cuentos “McOndo”. Un grupo de escritores latinoamericanos que se encontraban en un taller de escritura que ofrecía la Universidad de Iowa, recibieron la oportunidad de publicar en inglés. Pero el pequeño problema es que lo que se esperaba de ellos es que escribieran “realismo mágico” y por esta razón los textos de dos de los escritores involucrados en aquella iniciativa fueron rechazados (McOndo). Es una historia muy interesante que demuestra esa tendencia que tenemos los profesionales, y los seres humanos en general, de querer encasillarlo todo.
Ahora que estoy estudiando sobre la interdisciplinariedad, estoy reflexionando sobre el peligro que representa para la educación, poner límites a los temas de estudios. Pienso entonces que en la literatura es importante hablar sobre géneros, para tener una guía que nos ayude en la lectura y comprensión, pero debemos mantenernos abiertos a distintas posibilidades y propuestas para permitir que los autores nos sorprendan.
1 comentario:
El gran Borges decía:
"Voy a recordar cómo llegué yo a concepción de ese cuento. Uso la palabra «cuento» entre comillas, que no sé si lo es o qué es, pero, en fin, el tema de los géneros es lo de menos. Croce creía que no hay géneros; yo creo que sí, que los hay en el sentido de que hay una expectativa en el lector. Si una persona lee un cuento, lo lee de un modo distinto de su modo de leer cuando busca un artículo en una enciclopedia o cuando lee una novela, o cuando lee un poema. Los textos pueden no ser distintos pero cambian según el lector, según la expectativa. Quien lee un cuento sabe o espera leer algo que lo distraiga de su vida cotidiana, que lo haga entrar en un mundo, no diré fantástico —muy ambiciosa es la palabra— pero sí ligeramente distinto del mundo de las experiencias comunes."
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