Réquiem por un campesino español de Ramón J. Sender consigue hacernos reflexionar sobre la posición de la iglesia católica durante la Guerra Civil española. A través del personaje de Mosén Millán vemos la doble cara que presentaron muchos sacerdotes de la época. Criticaban la crueldad y matanzas pero al mismo tiempo no se oponían o incluso apoyaban a los nacionalistas. La razón de esta actitud hipócrita, era el resultado del temor de que, bajo el mando de los republicanos, el poder de la iglesia católica se viera afectado.
Desde el principio de la historia nos damos cuenta como Mosén Millán opta por cerrar los ojos ante la realidad miserable que enfrentaban varias personas del pueblo. En la escena de las cuevas, cuando Paco pregunta por qué nadie ayuda o va a visitar al enfermo, el cura contesta que “la vida es así y Dios que la ha hecho sabe por qué” (39). Vemos entonces que la iglesia se amparaba en la voluntad de Dios para librarse de responsabilidades. Cuando Paco dice a Mosén Millán que su padre le había dicho que se podía hacer algo para remediar esa miseria, él le contesta: “¿Qué miseria? – Todavía hay más miseria en otras partes que aquí” (45). El sacerdote se niega a admitir que el pueblo tenga problemas y da razones superfluas a Paco para que éste deje de preocuparse y hacer preguntas.
Algo importante es que vemos que los personajes de la historia reconocen lo incorrecto de sus acciones. No son personajes desquiciados que piensan que sus acciones crueles están justificadas. Sabemos esto por la simple razón de que si estimaran que estaban en lo correcto, no tendrían sentido de culpa. Podemos percibir el cargo de conciencia de Mosén Millán a lo largo de la novela. Lo atormentan los recuerdos de la vida de Paco al reconocer el papel que él jugó en su trágico final.
La doble cara de Mosén Millán queda clara cuando va a la casa de los padres de Paco luego de que éste último se escondiera. Por un lado se lamenta de la situación cuando dice “Lo que está sucediendo en el pueblo es horrible y no tiene nombre“(85). Sin embargo, por el otro lado, se las ingenia para averiguar el escondite de Paco. Es mi opinión de que hizo esto a propósito porque sabía el poder que le iba a otorgar conocer esta información.
Don Gumersindo y los otros dos personajes ricos del pueblo, son los únicos que asisten a la misa con la intención de lavar con dinero sus culpas. Es así que luego de llegar a la iglesia, don Gumersindo dice: “Aquí hay dos duros para la misa de hoy” (66). Sin embargo, Mosén Millán no acepta los ofrecimientos de donaciones para la misa. Podemos interpretar este rechazo como un reconocimiento del cura de que sería aceptar dinero empañado de culpa.
El cargo de conciencia que los tres hombres y el cura sentían es confirmado por lo incómodo que todos se sienten cuando la mula de Paco entra a la iglesia. El querer sacar al animal de la iglesia es representativo de su deseo de deshacerse del sentimiento de culpa. Entendemos entonces que estos personajes sabían que Paco no merecía haber muerto, pero no hicieron nada por evitarlo debido a sus intereses y conveniencias. Pienso que eso los convierte en peores personas que los propios asesinos.
Al final de la novela leemos que la vergüenza que sentía Mosén Millán había impedido que llevara el reloj y el pañuelo de Paco a su familia (104). También descubrimos que después de un año, “…Creía tener todavía manchas de sangre en sus vestidos“(104) y que todavía podía escuchar a Paco diciendo su nombre (105), dando a entender de que sabía que había sido el cura quien lo denunció. No hay redención para la culpa de Mosén Millán y probablemente está consciente de que el recuerdo de su traición a Paco lo acompañará por el resto de sus días.
Bibliografía
Sender, Ramón J. Réquiem por un campesino español. Barcelona: Ediciones Destino, 1990.
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