El relato a continuación fue trabajado como parte de un ejercicio propuesto en un taller de escritura. A partir de un conflicto personal relacionado a un objeto, debíamos transferir los sentimientos provocados - sin mecionarlos explícitamente - al texto.
La cajita
—¡Qué linda cajita! —dice Mónica, haciendo girar el
objeto de madera para admirar el tallado—. ¿Por qué la tienes refundida aquí en
el cajón del velador?
—¿Te gusta? Puedes quedarte con ella si quieres —le
contesto, intentando desviar la mirada de lo que sostiene.
—¿Estás segura? Pero si está muy bonita —insiste,
mientras mira la caja por todos lados, como buscándole un defecto—. ¿Quién te
la dio?
—Me la dio Andrés.
—¿Por tu cumpleaños? —pregunta mientras abre la caja.
Supongo que estará pensando lo que puede guardar ahí adentro.
—No. Me la regaló así de repente —le digo, alzando los
hombros—. Me contó que la vio en una vitrina y que le hizo pensar en mí.
—¡Qué detallazo!
—dice mi amiga con un entusiasmo exagerado, aunque inmediatamente frunce el
ceño —. Pero entonces mujer, no
entiendo. ¿Por qué te quieres deshacer de la caja?
—Hace un par de semanas —le cuento mientras me voy
acercando al velador—, la mejor amiga de Andrés, la tal Rosa, me preguntó qué es
lo que veo en él; que es el chico más huraño del mundo y qué cómo lo aguanto. Hago
una pausa mientras arrebato el objeto de las manos de Mónica—. Entonces, yo le
contesté que un hombre huraño no podría tener un detalle como el de regalarme
espontáneamente esta cajita.
—¿Y eso que tiene que ver? —pregunta mi pobre amiga,
más confundida que nunca.
—Mientras describía la caja a Rosa, vi cómo se le
iluminaba el rostro. Entonces, luego de dispararme una sonrisita que dejaba ver
sus dientes perfectos, me contó como en su último viaje de vacaciones, al pasar
por una vitrina, algo llamó su atención. Se trataba de una cajita redonda de madera,
la cual le hizo recordar a su mejor amigo. Supo que sería el suvenir perfecto. —Doy
una última mirada a la caja y la devuelvo a su lugar; allí, en el rincón oscuro
de aquel pequeño cajón.
2 comentarios:
Sería realmente increíble estar en uno de sus talleres de escritura, me encanto.
Hola Ariana, muchas gracias por leer y comentar mi relato. Te cuento que yo no fui la profe en el taller dentro del cual escribí este microrrelato, más bien fui alumna. El taller fue dictado por Laia Juifresa y lo tomé a través de la Universidad del Claustro de Sor Juana. Ofrecen talleres a distacia cada cierto tiempo y los dos que he tomado con ellos han sido excelentes. ¡Gracias y un abrazo!
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