17 de noviembre de 2009
14 de noviembre de 2009
Mi lado perverso
Inspirada en el análisis de las lecturas de Edgar Allan Poe, he estado pensando sobre ese lado perverso y oscuro que todos tenemos. Algunas personas dejan salir a este ser siniestro que habita en ellos casi siempre, algunos casi nunca, pero creo que todos le hemos permitido tomar el control al menos una vez en nuestras vidas.
Todos lo dejamos salir un poquito al escuchar un chisme o contarlo de manera maliciosa. Hay que admitirlo, a veces no podemos evitar alegrarnos por el mal ajeno. Pero más allá de los pequeños actos, recuerdo un evento en mi vida donde fui mala, mala. Hice algo con la única intención de lastimar a alguien. En aquel momento me asustó darme cuenta de lo que era capaz de hacer. Ahora que pienso en mi acto perverso me asusta pensar en lo que sería de mí si no tuviera un criterio para distinguir entre lo apropiado y lo incorrecto. Pienso que nunca más podría hacer algo parecido pero no lo puedo saber con certeza. Honestamente espero que no sea así. Me da mucho miedo imaginarme esa posibilidad...
Dejo aquí entonces una historia basada en ese evento oscuro, ese "Gato Negro" de mi pasado.
Amistad, Divino Tesoro
Recuerdo muy bien el día en que te conocí. Te sentaste a mi lado en una sala de la universidad durante la clase de Estadística y me sonreíste. Era una de mis primeras clases y me sentía asustada e inhibida en ese mundo crudo, fuera de la burbuja protectora del colegio. Cualquier cara amigable era una señal de salvación para mí y tú fuiste la primera entre todas esas personas que entraban y salían apresuradas de las clases.
No sólo sentimos una conexión instantánea sino que días después descubrimos que eramos primas lejanas. Fue algo mágico, un regalo del destino. Eso marcó el comienzo de la amistad que nos unió y la cual significó mucho para mí en aquella época en que anhelaba identificarme con alguien. A partir de ese día fuimos inseparables, de arriba a abajo en la universidad y fuera de ella. -¿Lo recuerdas? La simpatía se convirtió en cariño, que tiempo más tarde acabó en dependencia y fue esto, última mejor amiga, lo que ahogó nuestros lazos de amistad.
Durante mucho tiempo te pensé como un reflejo de mí, mi sombra, mi gemela. Aluciné. Pero sabes bien que eras muy diferente, y que una vez tuvimos la libertad en nuestras manos, te fuiste desviando del camino. Ese camino que habíamos planificado recorrer juntas mientras estudiábamos en otro país. Poco a poco tus traumas y frustraciones salieron a flote y me golpearon como una ola fría.
Sin embargo, no dejé que la ola de tu indiferencia me tumbara, - ¿Cierto amiga? - Decidí que esta vez no sería yo la lastimada, que ahora me tocaba lastimar a mí. Te hice lo peor que se le puede hacer a un amigo. Traicioné la complicidad, la confianza depositada en la revelación de los secretos y pecados íntimos. Aquella noche de la despedida… - No, no mi despedida de ti, sino de Ella - Esa noche, muy guapa tú, me preguntaste como se te veía. - Estás muy linda amiga, esta va a ser tu noche- te dije. En ese momento tuve la oportunidad de evitar que pasaras por lo que sabía que te esperaba. Pero no lo quise así, más bien estaba impaciente porque ya ocurriera y se acabara todo de una vez. No hizo falta que me lo confirmaras la mañana siguiente, llorando en mi hombro por causa de tu amarga experiencia. Aquellos dos chicos a los que engañaste, confrontándote y humillándote. No hizo falta que me lo explicaras porque justamente fui yo, la persona en quien confiaste, quien reveló tu doble juego.
Recuerdo muy bien el día en que te conocí. Te sentaste a mi lado en una sala de la universidad durante la clase de Estadística y me sonreíste. Era una de mis primeras clases y me sentía asustada e inhibida en ese mundo crudo, fuera de la burbuja protectora del colegio. Cualquier cara amigable era una señal de salvación para mí y tú fuiste la primera entre todas esas personas que entraban y salían apresuradas de las clases.
No sólo sentimos una conexión instantánea sino que días después descubrimos que eramos primas lejanas. Fue algo mágico, un regalo del destino. Eso marcó el comienzo de la amistad que nos unió y la cual significó mucho para mí en aquella época en que anhelaba identificarme con alguien. A partir de ese día fuimos inseparables, de arriba a abajo en la universidad y fuera de ella. -¿Lo recuerdas? La simpatía se convirtió en cariño, que tiempo más tarde acabó en dependencia y fue esto, última mejor amiga, lo que ahogó nuestros lazos de amistad.
Durante mucho tiempo te pensé como un reflejo de mí, mi sombra, mi gemela. Aluciné. Pero sabes bien que eras muy diferente, y que una vez tuvimos la libertad en nuestras manos, te fuiste desviando del camino. Ese camino que habíamos planificado recorrer juntas mientras estudiábamos en otro país. Poco a poco tus traumas y frustraciones salieron a flote y me golpearon como una ola fría.
Sin embargo, no dejé que la ola de tu indiferencia me tumbara, - ¿Cierto amiga? - Decidí que esta vez no sería yo la lastimada, que ahora me tocaba lastimar a mí. Te hice lo peor que se le puede hacer a un amigo. Traicioné la complicidad, la confianza depositada en la revelación de los secretos y pecados íntimos. Aquella noche de la despedida… - No, no mi despedida de ti, sino de Ella - Esa noche, muy guapa tú, me preguntaste como se te veía. - Estás muy linda amiga, esta va a ser tu noche- te dije. En ese momento tuve la oportunidad de evitar que pasaras por lo que sabía que te esperaba. Pero no lo quise así, más bien estaba impaciente porque ya ocurriera y se acabara todo de una vez. No hizo falta que me lo confirmaras la mañana siguiente, llorando en mi hombro por causa de tu amarga experiencia. Aquellos dos chicos a los que engañaste, confrontándote y humillándote. No hizo falta que me lo explicaras porque justamente fui yo, la persona en quien confiaste, quien reveló tu doble juego.
Supongo que eventualmente te enteraste de mi traición. Te debes haber preguntado por qué actué de esa manera tan cruel. No importa cuantas conjeturas armaste en esa cabecita mal pensada tuya. Nunca lo supiste. Si te hubiese visto una vez más en aquella época, podría haber aclarado esa duda. Te podría haber explicado que tan sólo fuiste un instrumento para mi venganza y despedida de aquel ser traidor que me lastimó varias veces a través de personas distintas. Repito, te lo podría haber dicho, pero en realidad no debía ocurrir así. Tu comprensión era algo que no podía permitir porque – Escucha esto muy bien - Tu rencor fue necesario para mi despedida definitiva, de aquella que dicen, es un precioso tesoro. -¿Lo entiendes ahora? - Te utilicé para decirle adiós a la Amistad traidora que me causó tanto dolor. Un adiós con mucho estilo. ¿No crees amiga?
Etiquetas:
amistad,
confesiones,
Edgar Allan Poe,
El Gato Negro
9 de noviembre de 2009
Y ahora El Camino me lleva a visitar unos clásicos
Entre lo mejor que me deja mi viaje por tierras de Obama, está la compra de clásicos de la literatura inglesa que, con mucha vergüenza, tengo que confesarles nunca he leído. No puede ser que me considere amante de la lectura sin conocer las obras de Jane Austen, las hermanas Brontë y Henry James. ¡Gracias a las hadas de los libros por las ediciones de $5 que encontré recorriendo algunas librerías!
Con mucho temor y respeto he comenzado la aventura. El primer libro que he escogido ha sido "Cumbres Borrascosas" de Emily Brontë. De esta obra, aparte de saber que es importante, no sé nada más. Nunca me ví una película basada en la misma, no he leído críticas ni análisis, así es que me lancé sin saber lo que me esperaba. Tenía tanto miedo de que me fuera a aburrir y sentirme como una ignorante con gustos vulgares para la lectura. Pero puedo reportar con mucho entusiasmo que me salvé. La historia me atrapó desde la primera página. Voy por la 14 y estoy fascinada con los personajes. Eso sí, la lectura no será tan rápida como a lo que estoy acostumbrada, porque es inglés del antiguo y formal, entonces tengo que poner mucha atención a cada oración para no perderme. Pero no es tan difícil como me lo había imaginado.
Así es que mi autopropuesta es la siguiente. Cuando ya vaya un poco más avanzada en la lectura, escribiré mis comentarios e interpretaciones, sin antes leer ninguna crítica literaria en Internet. Y así lo haré con cada uno de los libros. Por lo menos es la intención, a ver si lo consigo.
Deséenme suerte en este trecho del camino.
Me atrapó el tornado...
Me refiero al tornado del consumismo. Una semanita por la ciudad del sol me ha dejado con el cupo de la tarjeta de crédito casi al límite. Es impresionante los 10.000 lugares para hacer shopping y tantas, tantas cosas que te marean y te hacen perder la noción de la realidad. Cada blusa, cada par de zapatos es más bonito que el que viste en la última tienda y encima ON SALE, 50% de descuento, llevas dos y te regalan uno, o sea... -¿cómo no aprovechar esa oportunidad?- te dices, cayendo en la trampa. Y todo lo que se te ocurre es comprar y comprar, y dejarte arrastrar en una carrera maratónica para que te alcancen las horas y lograr entrar a cada tienda del gigantesco mall. ¡Nueve horas en el Sawgrass Mills! Yo que detesto ir a los centros comerciales en mi ciudad. ¿Qué me pasó?
La culpa es de Miami. No hay manera de evitar la tentación. Prohibido viajar allá por los próximos tres años, cuando necesitaré por supuesto renovar el armario...
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