Comparto con ustedes un extracto de un trabajo que escribí para una clase de literatura española del siglo IXX. Descubrir a Carmen de Burgos fue realmente lo mejor de aquella clase.
La obra literaria femenina ha sido
catalogada hasta el presente siglo como de segunda categoría y por lo tanto,
marginada del círculo académico y canónico (Urioste 527). Ann Kaplan comenta que al hacer una lectura
de la literatura canónica como discurso social patriarcal originado dentro de
los márgenes rígidos y jerarquizados de la academia, se descubre que las
mujeres no han tenido representación dentro de dicho discurso ya que tampoco
fueron consideradas como productoras del mismo (13). Dentro de la práctica cultural a finales del
siglo XIX e inicios del siglo XX en España, a pesar de los cambios importantes
que la sociedad estaba experimentando, en la mayor parte de los textos del
período se sigue describiendo a la mujer desde la perspectiva masculina del
autor y usualmente en relación a un personaje masculino (Urioste 527).
De acuerdo a Carmen de Urioste, a fines
del siglo XIX, ante el tambaleo de los valores de la sociedad patriarcal, se
hizo necesario cuestionar el rol pasivo y privado de la mujer española (528). Las mujeres comenzaron a tomar conciencia de
su situación de total dependencia que contrastaba con la liberación femenina
que se estaba dando a nivel internacional.
A partir de esta concientización surgieron temas polémicos tales como el
divorcio, los derechos cívicos y legales de las mujeres, y la sexualidad
femenina, los cuales empezaron a plasmarse en la literatura y prensa de la
época (Urioste 528). Sin embargo, en una
sociedad patriarcal por excelencia, no es de extrañar que la incorporación al
diálogo sobre estos temas encontrara opositores y detractores, como lo refleja
la siguiente cita de Gregorio Martínez Sierra correspondiente a 1917: “Pero,
dirán ustedes, ¿no es el feminismo una doctrina desaforada, un sueño histérico
de pobres solteronas feas, que desfogan la dolorosa ira de no haber encontrado
puesto en la mesa del banquete del amor, rompiendo cristales a pedradas y
reclamando a gritos por la calle el derecho a votar como los hombres?” (Citado
en Urioste 528).
Un gran ejemplo de la obra de la mujer que
reacciona a pensamientos como el de Martínez Sierra, que ha ganado conciencia
del ambiente socio-económico en que su género evoluciona y que está vinculada a
la problemática que rodea los primeros intentos del feminismo se puede
encontrar en los textos de Carmen de Burgos y Seguí, también conocida como
“Colombine”, seudónimo con el que firmó algunas de sus obras. A pesar de que Burgos vivió y escribió en el
período modernista de España, es raramente mencionada en los estudios sobre
este movimiento, así como no lo son tampoco otras escritoras mujeres (Johnson
66). Sin embargo, Roberta Johnson
argumenta que el caso de Burgos es especialmente relevante cuando se define el
modernismo español en general y el rol de las escritoras mujeres dentro del
mismo (66).
Wolff comenta en su ensayo “The Invisible
Flaneuse: Women and the Literature of Modernity” que la literatura del
modernismo describe la experiencia exclusiva del hombre y la esfera pública
(Citada en Zubiaurre 59). El modernismo
enfatizaba la forma y la filosofía y no los fenómenos sociales tales como los
cambios que experimentó el rol de la mujer en el mundo moderno. El feminismo y la problemática de género eran
tan solo temas marginales para los modernistas españoles. Maryellen Bieder
argumenta que los escritores modernistas hombres se enfocaban primordialmente
en preocupaciones artísticas mientras que las mujeres tendían a examinar la
sociedad e indica que “Women’s quest for autonomy, authority, or financial
freedom thus displaces the more abstract concerns of male authors” (252). Johnson propone un concepto de modernismo que
incluye el modernismo social en el cual Burgos participó (67) y concluye su artículo
diciendo que “Her social modernism, especially within the context of
contemporaneous Spanish society and literature, flies in the face of tradition
and deserves a place alongside the modernisms of Unamuno, Valle-Inclán, Baroja,
Azorín, Pérez de Ayala y Miró” (75).
La marginación de la obra de Burgos se da también
en los estudios del grupo de escritores denominado como “Generación del
98”. Sally Thornton observa que mientras
muchos críticos argumentan que cualquier concepto de una generación unificada
de autores es imposible de mantener dado los diversos estilos, filosofías y
preocupaciones de los escritores, ninguno incluye a Carmen de Burgos en la
conversación (214). Michael Ugarte
parece justificar la omision de la obra de Burgos del canon aludiendo a que la autora
es mas bien marginal y observa que: “We find a need to include the Works of
Burgos in the canon of Spanish literature, but they do not seem to fit…. Her
concerns and the styles and genres in which she chooses to express them, are
different” (Citado en Thornton 214). Por supuesto que las preocupaciones de Burgos y su
manera de expresarlas son diferentes dado que la escritora enfrenta la angustia
y la dicotomía sobre la modernidad desde la perspectiva de la mujer oprimida
por una sociedad patriarcal. Un escritor que se encuentra en los márgenes de la
sociedad dominante puede entender la situación de los marginados y escribir
desde su perspectiva. Una razón importante por la que Federico García Lorca
logra plasmar en sus obras el entorno de opresión que enfrentaba la mujer española
a inicios del siglo XX es precisamente porque su homosexualidad lo relegó
también al margen.
La escritora Carmen de Burgos nació en
Almería en 1867 y luego vivió en la ciudad de Rodalquilar donde gozó de una
vida cómoda en el seno de una familia adinerada. La madre de Burgos tenía apenas quince años
cuando dio a luz a la escritora y tuvo en total diez hijos. Aunque la familia esperaba que el primogénito
sea un varón, Burgos no fue castigada intelectualmente durante su niñez por ser
mujer. En la mesa de la casa de los
Burgos se podía encontrar frecuentemente libros, periódicos, y artículos y así
mismo la familia discutía y debatía las últimas noticias del país (Cela 20).
Burgos se casó bastante joven (a los 16
años), y a pesar de la oposición de su familia, con el periodista Arturo
Álvarez Bustos. Sin embargo, se dio
cuenta muy pronto de que no era una unión que le convenía. Burgos concordaba con los valores de la época
respecto al rol maternal de las mujeres, pero no compartía la idea de su esposo
de que la mujer debía honrar constantemente a su pareja de tal manera que ella
quedara permanentemente en segundo lugar y sin poder lograr nada por si misma
(Cela 39). Burgos dejó a su esposo en
1899 llevándose a su hija de cuatro años
“en medio del escándalo provinciano”. Se mudó a Madrid donde mantenía a
su hija y a ella misma con su escritura y dando clases (Núñez Rey 14-16). En 1908 inició una relación con Ramón Gómez
de la Serna, veinte años menor a ella, con el cual colaboró y viajó hasta 1929
en unión libre y abierta lo cual fue algo excepcional para la época. Como la primera mujer corresponsal
extranjera, dio cobertura a la guerra entre España y Marruecos en 1909 y luego
fue corresponsal de guerra durante la Primera Guerra Mundial (Johnson 67).
Su pasión por la educación y su profesión
como instructora académica dieron forma a la vida de Burgos quien estudió
arduamente para convertirse en profesora “in an era when few Spanish women
received much formal education and even fewer had any professional training”
(Bieder 241). El feminismo en España no experimentó el mismo desarrollo que en
otros países europeos. El término “feminismo”
tenía connotaciones negativas y era usado para etiquetar “almost every proposed
change in or challenge to the rigidly traditional roles” que se esperaba que
las mujeres cumplieran (Bieder 242). Ugarte
asevera sin embargo que las mujeres escritoras “were not invisible, nor is it
the case that the difficult conditions for women in the city were accepted without
the slightest quarrel”. Tambien señala las figuras de Burgos y Emilia Pardos
Bazán y la lucha que enfrentaron como escritoras mujeres a inicios del siglo XX
en Madrid (79). Burgos no fue una profesora universitaria como lo fue Pardo
Bazán pero en cambio sí fue una de las primeras mujeres en ganar su sustento
escribiendo novelas populares y artículos para periódicos. Esto hace que sea una de las primeras mujeres
escritoras de profesión (Nuñez Rey 22).
Burgos se convirtió en escritora en un momento ambiguo para la
realización de las mujeres, pero ella encontró la manera de lograrlo.