7 de febrero de 2010

Agatha Christie y su Triste Ciprés

Ya hace tiempo debía esta entrada. En Diciembre, por medio de un grupo de lectura virtual al cual pertenezco, comencé a leer "Un triste ciprés" (1940) de Agatha Christie. Yo recuerdo haber leído en algún momento otro libro de esta autora británica, pero hacía de eso tanto tiempo, que la verdad no recordaba nada de su estilo literario. Por esta razón comencé la lectura con mis dudas, pensando encontrarme con una obra de juego mental, más o menos como el famoso juego de mesa "Clue" o tantas series de TV donde te van dando pistas y tienes que adivinar quién fue el asesino. Y claro que hubo de esto, pero Agatha Christie nos da mucho más que un juego detectivesco. A mí me dejó reflexionando sobre el amor, algo que nunca me hubiese imaginado de un libro de este género.

La historia comienza con un juicio. Elinor Carlisle, una joven que acaba de heredar la fortuna de su tía, está acusada del asesinato de Mary Gerrard, quien era la protegida de la mencionada tía. Toda la evidencia apunta a que Elinor es la asesina. Tuvo oportunidad y motivo y casi nadie duda de su culpabilidad. Casi nadie, excepto para suerte de Elinor, un doctor enamorado. El detective belga Hércules Poirot, famoso personaje de las novelas de Christie, tendrá que usar todo su ingenio para demostrar que la joven no es la culpable. ¿Será que lo consigue, y será que en realidad Elinor no es la asesina?

Si tienen la oportunidad de leer este libro, se los recomiendo mucho. Algo me dice, que al igual que a mí, los dejará reflexionando sobre los malos amores. Esos que nos hacen perder la cabeza y olvidarnos de quiénes somos y lo que queremos. Y luego están esos buenos amores. Los que al principio pensamos que son aburridos, por esta imagen del amor que nos han vendido por tantos años, donde tenemos que sufrir y llorar, porque si no, no es verdadero amor...

Para terminar, comparto con ustedes lo que cuenta Rosa Montero en "Agatha Christie, La Eterna Fugitiva" de su libro "Historias de Mujeres" (Alfaguara, 1995) No sólo sus obras, sino momentos de su propia vida, fueron un misterio.

"Agatha desapareció la noche del 3 de Diciembre de 1926. Salió de la vieja mansión familiar conduciendo su coche a eso de las once; el vehículo fue encontrado horas después en mitad de un terraplén, no muy lejos de casa, con las puertas abiertas y el abrigo y la maleta de Agatha. Pero a ella parecía habérsela tragado la tierra. Por entonces ya era una escritora famosa; su desaparición dio lugar a todo tipo de especulaciones. Unos dijeron que había muerto (o que había sido asesinada), otros que se había escapado con un hombre. Muchos pensaron que se trataba de una maniobra publicitaria o de una extravagante broma de la escritora, que intentaba demostrar así, de manera práctica, la viabilidad de alguna de sus tramas novelísticas: el modo de desaparecer sin dejar huella. La encontraron once días después, el 14 de Diciembre, en el Hotel Hydropathic de Harrogate, un balneario muy decente. Fue a la hora de cenar; cuando Agatha bajó de la habitación para ir al comedor, Archie (su esposo), avisado por la policía, se acercó a ella. La escritora le miró como quien no acaba de reconocer la caradel portero, pero le permitió graciosamente que le acompañara hasta la mesa. Había perdido por completo la memoria, había huido, se había fugado de sí misma; llevaba diez días instalada en ese hotel, tomando los baños, jugando a las cartas con los otros huéspedes y comentando con ellos el misterioso caso de la escritora desaparecida..."