28 de noviembre de 2015

Un cuento neoyorquino – Tercera Parte



¿Se acuerdan que luego de mi aventura en el tren subterráneo acabé en Jackson Heights, Queens para asistir a la Feria del Libro Hispana? Pues les cuento que, ubicada en el distrito más extenso de New York, Jackson Heights es una zona que vibra con los colores y sabores de todo el continente latinoamericano. Como en una realidad alternativa, donde varios países ocupan un mismo espacio, en una sola esquina te puedes encontrar con una panadería colombiana, una pollería ecuatoriana, y un restaurante uruguayo. Al pasear por aquellas explosivas calles pude comprender con todos mis sentidos por qué Queens es conocida como el área urbana más étnicamente diversa de todo el mundo. Impresionante, ¿verdad?
Aquella noche de sábado neoyorquina desembocó en un recorrido de memorables sitios que comenzó en el medio de Queens, dentro de un popular restaurante tailandés; continuó con una foto frente a una casa en pleno Bronx donde el grandioso Edgar Allan Poe escribió “Anabel Lee”; y acabó en un icóno cultural de Lower Manhattan, el ‘Nuroyican Poet’s Café’.
Como ya se podrán imaginar, la noche fue larga, así es que el domingo amanecí con los estragos de la diversión y con los achaques por no haberme abrigado bien. Fue difícil estar preparada para un día que comenzó muriendo del calor en las estaciones de metro y acabó con un recorrido por las calles neoyorquinas en plena madrugada. Pero ¿quién me quita lo bailado, cierto?
En fin, recién a las tres de la tarde tomé rumbo a la estación del metro. ¿Qué hacer ya a esa hora? Decidí tomar el tren en dirección a Brooklyn. Me encanta la espectacular vista de Manhattan que se puede disfrutar desde allí. Tomen nota de este tip entonces: para apreciar Manhattan en todo su esplendor, es necesario estar fuera del mismo.

Tomando la línea F (ya a estas alturas era toda una erudita en el subway), llegué hasta la estación de York Street. Caminando un par de cuadras, me encontré en una esquina que aloja dos sitios muy famosos para comer la clásica pizza neoyorquina, Grimaldi´s y Juliana’s. Grimaldi’s provine de una de las familias pioneras y con mayor prestigio en el mundo de la pizza. La persona que vendió este restaurante a una corporación y que luego se molestó con lo que hicieron de su negocio familiar, decidió poner una nueva pizzería (Juliana’s) al lado de su rival. Muy al estilo de las querellas culinarias de las familias italianas, la saga del origen de estas dos pizzerias y sus predecesoras, es deliciosamente apasionante.

 La fila para entrar a Grimaldi’s era el doble de la de Juliana’s. ¿Cuál piensan los turistas qué es el mejor lugar para comer la verdadera pizza neoyorquina? ¿Y cuál creen ustedes que es en verdad el mejor lugar? ¡Acertaron! La espera de treinta minutos en Juliana’s valió la pena y pude disfrutar de la pizza más deliciosa que he probado en la vida. Me comí una ‘pequeña’ yo solita de lo tan rica que estaba.
¡Imagínense como salí del lugar! Lo que más convenía era una caminata y qué mejor que
hacerla recorriendo Brooklyn Heights con el majestuoso ‘skyline’ de Manhattan como fondo y con la compañía de la refrescante brisa que subía juguetona desde el río. Hay bancas a lo largo de todo el paseo y uno se podría quedar horas contemplando aquella escena urbana, maravillándose de los logros de la humanidad y reflexionando sobre un millar de cosas. 
Pero la tarde animaba a seguir moviéndose así es que continué con una actividad imperdible y absolutamente gratuita… Recorrer el puente de Brooklyn con dirección a Manhattan. Era la tercera vez que cruzaba la icónica estructura. ¡Sí! Así de emocionante es la experiencia que no me canso de repetirla. Imagínense, ir caminando despacio por un paseo peatonal rodeados por el ruidoso e intenso tráfico neoyorquino - embotellamientos y bocinas incluidos - mientras se van acercando cada vez más a los imponentes edificios. Es como un encantamiento surrealista, reminiscente de aquel camino de ladrillos amarillos que desborda en el mágico mundo de Oz.
Mi último día en New York amaneció radiante. Primera parada: el Museo de Arte Moderno, el MoMA. Antes que nada, quise asegurarme de encontrar la única obra de Frida Kahlo que tienen en el lugar. Con guía en mano y una pregunta por aqui y por allá, lo pude conseguir. Creada en 1937, “Fulang-Chang y yo” es un autorretrato de Kahlo junto a un orangután bebé y en las anotaciones se puede leer que Diego y Frida tuvieron varias de estas mascotas como sustitutos de los hijos que nunca llegaron.
Luego de darme el gusto de analizar aquella obra con calma, recorrí sin apuro algunas de las otras salas encontrándome con obras de Pollock, Rembrandt, Van Gogh, Magritte, y Picasso. Hablando de este último, había una exhibición especial de una vasta colección de sus esculturas traídas desde varios sitios de España por lo que pude conocer su obra a fondo. Cerré la visita con broche de oro, dando una mirada rápida a la estridente exhibición de Andy Warhol que incluye sus íconicos cuadros de las sopas Campbell y de Marilyn Monroe. Media hora antes de que cerrara el museo, me senté en un jardín hermoso donde rodeada de flores, fuentes y pajaritos podía observar varias de las esculturas esparcidas en el verde lugar. Suena idílico, ¿verdad? ¡Pues así fue exactamente!
A unas cuantas cuadras del museo está uno de mis lugares favoritos en NYC, Rockefeller Center. Ya habían instalado la pista de patinaje de hielo y varias personas se deslizaban ante la mirada curiosa de turistas. Alrededor del lugar había unas decoraciones otoñales preciosas que tenían fascinados a todos, tanto así que nunca pude encontrar un rincón para tomar una foto sin que se entrometiera algún turista.   
Última parada: la taquilla de descuentos para shows de Broadway localizada en el medio de Times Square. En la misma, se puede conseguir buenos asientos para shows conocidos a mitad de precio. Lo único es que no se puede saber con anticipación lo que van a tener en descuento y tampoco piensen que van a conseguir entradas a los shows más populares. En mi caso, no me importaba realmente ver un show en particular. Lo que me interesaba era disfrutar de la ‘experiencia Broadway’.
Me decidí por el musical ‘Chicago’, una obra muy enérgica, con una trama llena de baile, escándalos y risas. Fue la manera ideal de despedirme de la ciudad; con luces, música, aplausos y rodeada de una multitud de extraños. Porque así es New York City: un show rápido, intenso, que me atrapó en el tornado de su acelerado ritmo, transmitiéndome su energía inigualable e impulsándome a regresar una y otra vez a vivir nuevas aventuras en aquel inmenso y urbano parque de diversiones.
    
Fotografías: Melanie Márquez Adams
Casa de Edgar Allan Poe - Luis Rodríguez @larophoto

6 de noviembre de 2015

Un cuento neoyorquino – Segunda Parte

Un cuento neoyorquino – Segunda Parte

Llegó el día de la inauguración de la IX Feria Hispana del Libro y aunque comenzaba en la noche, iba a tener lugar en Queens, un distrito neoyorquino que hasta ese momento permanecía como un sitio misterioso para mí. Decidí entonces no aventurar muy lejos, no fuera que la ráfaga neoyorquina me atrapara y no me diera cuenta de la hora o, peor aún, me perdiera por ahí y se me hiciera tarde.
Así es que luego, de mi café bien cargado y de un reconfortante sánduche caliente de queso – mi desayuno estrella durante mi estancia en la ciudad - salí a explorar los alrededores. Localizada en Washington Heights, el área consiste en un barrio universitario dentro de un barrio dominicano - o a lo mejor es viceversa – habría que investigar cual se estableció primero.

Fue de lo más interesante pasar frente al Hospital Presbiteriano viendo a toda clase de atractivos jóvenes con sus inmaculados mandiles, conversando o tomando un café. Sentí que había aterrizado en el medio de un episodio de ‘Grey’s Anatomy’ y que en cualquier rato saldría McDreamy, con su perfecta sonrisa, por las cristalinas puertas corredizas.
El hospital está rodeado de edificios de oficinas donde jóvenes científicos, estudiantes de doctorado en la Universidad de Columbia, trabajan como hormiguitas en sus cubículos investigando sobre temas tan complejos que les confieso apenas puedo recordar o pronunciar. Claudia sabe muy bien de lo que hablo. Siempre que la he visitado, una de las preguntas de rigor ha sido: ¿En qué me habías dicho que era tu doctorado amiga?  
Luego de abandonar este ambiente médico y académico - con tan solo cruzar una calle - me vi trasplantada desde un área totalmente Ivy League a una un tanto más criolla. Me encontré así con varias cuadras pobladas de restaurantes y tiendas – dotados de la alegre tonalidad dominicana - que ofrecían de todo un poco, desde planes módicos para servicios telefónicos hasta ropa con descuentos bárbaros. Apenas era medio día y ya había un tumulto de gente comprando y negociando por todos lados.
Claudia me había contado que en aquella zona podía conseguir una manicure por tan solo ocho dólares. Aquel precio me sonaba fantástico, totalmente reminiscente de lo que solía pagar en mi tierra. Cuando vivía en Guayaquil, podía darme el lujo de hacerme una manicure todas las semanas. Donde vivo ahora, solo lo puedo hacer de vez en cuando. Por eso, me pareció lo máximo estar sentada en pleno Manhattan y mimarme un poco sin acabar con el bolsillo en el proceso.
Una vez que mis manos estaban listas para lucirse, caminé un poco más mientras me imaginaba lo que sería vivir en un sitio así de movido. Mis sentidos se impregnaban de los olores a fritura, las coloridas calles y el abrumadoramente acelerado español de los dominicanos. Disfruté muchísimo de aquella explosión sensorial ya que, en el lugar donde vivo, el paisaje y sus habitantes conviven en absoluta parsimonia.  Está bien de vez en cuando meterse en el medio del revulú y gozar un rato.
Luego de mi experiencia neoyorquina-dominicana, regresé al apartamento a relajarme un poco y alistarme para la reunión con calma. Desde la ventana del cuarto de Claudia, podía contemplar el imponente río Hudson mientras me ponía al día con mis emails y practicaba un poco para mi lectura y presentación del día siguiente.
Estaba tan a gusto que se me fue el tiempo volando y se me hizo tarde. Para colmo, un par de minutos antes de salir, comenzó a caer una fuerte lluvia. ¿Se han dado cuenta a veces que justo cuando estamos de lo más apurados el universo decide jugarnos una broma?  Eso fue lo que sucedió ya que, al caprichoso clima, se le ocurrió en ese momento específico entretenerse con una tormenta que arruinó mis planes de una caminata tranquila y ligera hasta la estación del metro.
Por segunda vez en aquel viaje, tuve un momento Carrie cuando el paraguas que llevaba, se dobló completamente hacia arriba mojándome en el proceso. Ya mi amiga me había advertido que los paraguas no duran mucho en Nueva York. Pegué un chillido por supuesto y comencé a correr para evitar empaparme.
El siguiente reto: navegar correctamente por el metro hasta mi destino en Queens.  Para una persona como yo, despistada y con un sentido de orientación totalmente nulo, esa era una misión sumamente aterradora. ¡No exagero!
Los trenes estaban retrasados por la tormenta y de los parlantes salían voces - que apenas y si articulaban las palabras - explicando los desvíos, las líneas alternativas, y yo por supuesto, absolutamente a la deriva. Pero como dicen por ahí, preguntando se llega a Roma. Bueno, no sé si a Roma, pero definitivamente me sirvió para arribar a Queens.
Lo único que uno debe considerar, es que buena parte de las personas que están a tu alrededor en las estaciones o trenes, son también turistas, así es que puede ser que no tengan idea de cómo ayudarte. Hay que prestar atención para determinar quien tiene cara de auténtico newyorker.
¡Les doy una pista! Si ven a una señora mayor sola en el tren, lo más probable es que sea una ‘nativa’ de la ciudad. Por lo menos a mí me ha dado buen resultado. Así fue como acabé conversando con una señora de lo más agradable quien me explicó todo el recorrido que debía seguir hasta Queens y me repitió varias veces los números y colores de las líneas del tren. Definitivamente le di pena. Además, aprendí con ella algo muy útil. El círculo denota a los trenes con paradas locales y el diamante, a los que son express. ¡No lo olviden!     
   
¿Qué creen? A pesar del retraso en la salida, de la tormenta y de mi total desorientación, logré llegar a mi destino en Queens. Bajé por los escalones de la estación feliz, casi que saltando. Si me conocieran, sabrían por qué  algo tan simple como eso, significó una verdadera hazaña para mí. Dedico entonces la segunda parte de mi cuento neoyorquino a la señora del tren que ayudó a uno de los seres más despistados de este mundo a llegar sana y salva a la agitada Queens.
Los invito a seguirme acompañando en este relato neoyorquino. ¡Estén pendientes de la última parte de mi cuento viajero!

Créditos de las fotos:
1. George Washington Bridge. Google Maps. https://ssl.panoramio.com/photo/61783112
3. Subway Entrance in New York City. LeMoine, Eric. subway_entrance.jpg. September 13th, 2002. Pics4Learning. 30 Oct 2015

26 de octubre de 2015

El artista Hans Christian Andersen


Hoy en la mañana hice un descubrimiento maravilloso y por supuesto que pensé, “¡Debo compartirlo en mi blog!”

Estaba explorando un MOOC (Un curso abierto masivo por sus siglas en inglés). Hasta ahora he completado y ojeado un par en Coursera y he hecho otro tanto con algunos en FutureLearn. Justo explorando un curso en este último fue que hice mi descubrimiento.
Imagínense una clase dedicada al análisis de los cuentos de hadas de Hans Christian Andersen. Para los que fuimos lectores precoces desde una tierna edad, un curso de esta naturaleza es un sueño, podríamos decir que constituye en sí parte de una historia mágica como las tantas salidas de la dotada imaginación del autor danés.
En fin, ya inició el primer módulo del curso, así es que esta mañana mientras desayunaba, me puse a revisar información y videos sobre la vida y trayectoria de Andersen. De repente, ¡oh sorpresa! – me entero que su vena artística no solo latía con su hermosa escritura (la cual incluye novelas y poesía) pero también era ilustrador y un mago con el papel.
¿Qué significa esto último? Pues tal como lo ven en estas fotos Andersen fue creador de un arte que encuentro fascinante y es la de ilustraciones de papel cortado. No estoy segura si esta es la mejor manera de decirlo en español pero fue la mejor traducción que encontré. La palabra en inglés es ‘paper cuts.’
Para que se den una idea del verdadero arte escondido en estas joyas, les traduzco un párrafo de la descripción que acompaña a las mencionadas obras en la página de la Colección de Hans Christian Andersen en los Museos de la Ciudad Odense (Odense City Museums):
  Las ilustraciones de papel cortado no solo tenian la mision  de otorgar placer a los ojos pero también la de desafiar la mente. Frecuentemente, había un mensaje escondido en las ilustraciones, de la misma manera que en los cuentos de hadas: en la superficie podían entretener y en el fondo podían sorprender. 
Pues qué les puedo decir, no sé, es que supera mi imaginación como se puede hacer esto con un par de tijeras y papel. Siempre he admirado a las personas que pueden crear arte con sus manos, porque aunque mis manos me ayudan a escribir mis historias y disparates, la verdad es que las pobres no sirven para nada más. A duras penas puedo trazar líneas y al parecer, no aprobé la clase de cortado con tijera en el kindergarten porque mis cortes no pueden ser más chuecos.
Entonces para mí es casi como un milagro que alguien pueda crear estas genialidades casi que de la nada. Y descubrir que uno de mis escritores favoritos de todos los tiempos era un artista completo, me ha dado mucha ilusión, sobre todo por este estilo en particular porque me fascinan las obras de arte pequeñitas en tamaño pero enormes en hermosura y detalles.
Claro que no debemos dejar a un lado los dibujos de Andersen. Para muestra aquí les dejo un botón y para que la curiosidad los lleve a que prontito, ¡ya, ahora mismo! usando la magia del Internet, vayan corriendo a deleitarse a la página de la colección de las obras de Andersen en los Museos de la Ciudad Odense (Odense City Museums) con este gran artista de todos los tiempos, el genial Hans Christian Andersen.



Nota de derechos de las fotos: Las fotos en este post pertenecen a Odense City Museums - Hans Christian Andersen Museum


Letras desde La Nota Latina




¡Una gran noticia mis queridos seguidores!

La revista digital "La Nota Latina", me ha invitado a ser parte de su equipo de columnistas. Mi primera colaboración fue la última historia que publiqué aquí en el blog, "Un cuento neoyorquino – Primera Parte."

Les recomiendo que sigan a La Nota Latina en los diferentes medios sociales. Tienen artículos muy diversos y de interés para todos los hispanohablantes, tanto para los que viven en Latinoamérica como en los Estados Unidos.

De antemano agradezco su apoyo y qué tengan una linda semana  : )

20 de octubre de 2015

Un cuento neoyorquino – Primera Parte



Hace tan solo unos días, tuve el placer de estar de visita en la gigante de concreto - la emocionante ciudad de New York, New York. Aprovechando que recibí una invitación para participar en la Feria Hispana/Latina del Libro en Queens, decidí extender mi estadía casi una semana y así tener tiempo de disfrutar algunas de las actividades que la gran ciudad ofrece a los millones de turistas que la visitan cada año. 
Llegué un miércoles en la noche al aeropuerto de La Guardia. Tratando de maximizar el presupuesto, opté por ser práctica – un poco valiente también - y utilizar el sistema de bus y tren para llegar a mi destino. Al salir de la zona donde se recoge el equipaje, hay unas máquinas donde se pueden adquirir las tarjetas del metro. Cargué veintiocho dólares y eso cubrió casi la totalidad del transporte durante mi estadía. Ni bien crucé la calle, me encontré con la parada de autobús y la línea M-60 me llevó hasta la calle 125 donde tomé el tren que me transportó hasta la parte norte de Manhattan. El recorrido en bus es muy colorido, pasando a través del enigmático Harlem. Si quieres vivir una experiencia realmente neoyorquina, usar el transporte público es indispensable.
El jueves en la mañana comenzó con un buen desayuno en una de las tantas cafeterías que abundan en la ciudad, especialmente en una zona donde residen estudiantes universitarios adeptos, casi todos, a la cafeína. Luego me dirigí a la estación de metro mientras me mezclaba con la multitud de personas que se encaminaban hacia su trabajo o sus clases, logrando así una probadita de la experiencia de ser una ‘New Yorker’ más. Les cuento que para alcanzar este objetivo, es necesario entrenar un poco porque, ¡sí que caminan rápido en la ciudad!
Para mi primer recorrido, tomé la línea A hasta la estación de la calle 81, donde queda el Museo de Ciencias Naturales, o como le digo yo, el de los dinosaurios. Ya se veía una masa de turistas alrededor tomando fotos de la majestuosa entrada y alistándose a pasar el día explorando las salas que cuentan la historia del mundo. Ya he estado tres ocasiones en el lugar y les recomiendo que planifiquen pasar ahí por lo menos seis horas. Definitivamente no es un lugar donde se pueda ver las cosas de pasadita.

Me habían recomendado tomar un bus que recorre lo largo del Central Park hasta el Museo Metropolitano de Arte. Decidí mejor caminar por el parque con ayuda del sistema de navegación de mi teléfono. Me encanta caminar dentro del Central Park. La experiencia de adentrarte en la naturaleza - dando un paseo por caminos empedrados donde se pueden admirar frondosos árboles y cristalinos lagos, donde te encuentras con gente tomando el sol, pajaritos y traviesas ardillas – mientras un poco más allá, avistas los imponentes rascacielos que enmarcan el precioso y verde sitio, es realmente fuera de este mundo.


¿Les cuento un secreto? – siempre que he ido sola de paseo por el Central Park, me he sentido un poco como el personaje Carrie de ‘Sex and the City’, viviendo un affair con la ciudad, descubriendo y disfrutando de sus rincones más encantadores. El parque es tan grande, que siempre encuentro algo nuevo para explorar. Esta vez fue un castillo.  ¡Así como lo escuchan, un castillo en el medio del Central Park! Además de ofrecer una hermosa arquitectura de estilo gótico y romano, el ‘Belvedere Castle’ contiene un observatorio y exhibiciones para los más curiosos. Luego de contemplar la maravillosa vista de la ciudad que se levanta por encima de las copas de los árboles, continué mi camino hasta el Museo Metropolitano.
Era mi primera vez en el famoso ‘Met’, pero al contar con menos de tres horas, fui directo a la sección que me interesaba. Esa era la recomendación en los folletos gratuitos ofrecidos en varios idiomas. Si tienes poco tiempo lo mejor es explorar una exhibición a fondo. Para mí, esa fue la exhibición de la cultura egipcia, porque es un tema que siempre me ha interesado y no sé de más lugares accesibles a mi bolsillo donde se pueda contemplar tantos y diversos artefactos pertenecientes a dicha civilización. Me hubieran pillado con la boca abierta, contemplado ensimismada los fragmentos de tumbas y templos con jeroglíficos y dibujos. Hay una sala dedicada a los féretros y momias así como un sin número de miniaturas, las cuales se utilizaban como amuletos que  acompañaban a las personas en su descanso final. No me cansé de tomar fotos, maravillada de tanta grandeza.  




Por cierto que, aunque el costo de admisión sugerido es de veinticinco dólares, tomen en cuenta que es exactamente eso, una sugerencia. En realidad uno puede pagar lo que uno pueda o considere conveniente. Si hubiera podido estar ahí todo el día, habría pagado el total sugerido pero por el poco tiempo que tenía no me pareció justo. Indiqué en la taquilla que quería pagar diez dólares y no hubo ningún problema. Ahí les dejo ese dato que lo leí en Internet y resultó bastante útil.
Era momento para cambiar el ritmo del día. Mi amiga Claudia y yo habíamos comprado entradas para el concierto de Ricky Martin que se presentaba esa noche en el Madison Square Garden. Yo no sabía de Groupon, una página Web donde se pueden adquirir entradas a eventos en todo el país con buenos descuentos. Claudia me informó sobre este sitio y por asientos que costaban cuarenta y ocho dólares, terminamos pagando veinticinco.
Claro que antes de dirigirme al área de Times Square, necesitaba recargar las energías. No había comido nada desde el desayuno. A unas pocas cuadras del museo – calculen que si quieren ir a sitios interesantes en New York City, siempre va a ser una caminata de 10 a 20 minutos – en la calle 82 y la segunda avenida, me encontré con ‘Sushi Ren’, un sitio japonés perfecto para descansar y comer un rico pollo teriyaki. Los precios no eran mucho más de lo que se paga en un restaurante japonés en cualquier otro sitio donde he estado. Lo mejor de caminar hasta ahí fue descubrir que a lo largo de la segunda avenida en aquella zona, hay una serie de restaurantes “étnicos” – desde tailandés hasta alemán – lo cual puede ser un dato muy interesante para aquellos que les gusta probar comida diferente y al mismo tiempo cuidar del bolsillo.
Mi amiga se retrasó un poco por cuestiones de trabajo así es que la esperé en el Macy´s del Herald Square. Nunca había entrado y la verdad es que me sorprendió el tamaño y el lujo de este punto de referencia neoyorquino. Por supuesto, era otro lugar atiborrado de turistas. Yo no soy muy asidua a las compras así es que me dirigí al Starbucks, localizado en el segundo piso, dentro del gigante almacén. Ahí, con un cafecito para calentarme del frío otoñal, me senté en una butaca desde la que me entretuve viendo el chorro sin fin de compradores como hormiguitas desesperadas adquiriendo artículos de toda clase a más no poder.
Por fin llegó mi amiga y caminamos apresuradas - ¿hay como más hacerlo en New York? - al Madison Square Garden, uno de los sitios de eventos más movidos del mundo. Como se podrán imaginar, es enorme. Con decirles que entre escalera y escalera eléctrica acabamos en el octavo piso. Así de lejos estábamos del escenario. Mirando hacia los asientos de la primera fila, Claudia comentó que podíamos intentar que nos cambiaran las entradas a unas más adelante. Yo le dije que suponía que nos costaría un buen dinero hacer eso pero Claudia muy tranquila dijo que no, que ella lo había hecho en otros eventos, y que no había pagado absolutamente nada. Por supuesto mi actitud fue de lo más incrédula pero igual la acompañé en su expedición de ir preguntando de persona en persona - mientras recibíamos miradas extrañas - hasta que dimos con un encargado que entre sorpresa y pena, nos arregló la noche. Tomó nuestros tickets y nos dio dos nuevos, acompañados de una gran sonrisa. De repente habíamos pasado del octavo piso hasta el primero. Ahí les dejo el dato. Les recomiendo poner cara de inocencia y preguntar lo más descaradamente posible. A Claudia le funcionó.  


Gracias a esta hazaña pasamos un momento maravilloso en el cual, viéndolo relativamente cerca, Ricky Martin nos llevó a recorrer un paseo por la memoria con sus éxitos de los noventa, nos hizo bailar con su Vida Loca y nos hizo sentir como si todos los ahí presentes fuéramos parte de una gran fiesta latina. Luego me enteré que esa misma noche, en un teatro dentro del mismo Madison Square Garden, se había presentado la banda ochentera Duran Duran. También aquella noche, en algún sitio de Brooklyn, se presentaron en concierto Marc Anthony y Carlos Vives. Así es que si les gusta la música y tienen planificado un viaje a Nueva York, asegúrense de revisar con anticipación los eventos que se llevarán a cabo durante su estadía. Lo más probable es que se encuentren con varias alternativas. Se los recomiendo porque la experiencia de asistir a un concierto en la gran manzana es inigualable.
Con tantas energías luego del concierto, no tenía ganas de que acabara la noche, pero al día siguiente me esperaba el inicio de la Feria del Libro Hispana en Queens así es que, con la música retumbando en los oídos y todavía emocionada por haber asistido a un concierto en New York City, dejé la locura de Times Square. No sería la última vez que pasearía por sus iluminadas y escandalosas calles durante aquel viaje.

21 de septiembre de 2015

Notas para el análisis de París Francia de la escritora norteamericana Gertrude Stein



A propósito de mi última publicación sobre la obra de Gertrude Stein, comparto con ustedes una parte de las notas que tomé en una clase donde leímos París Francia. Como es normal cuando se toma notas, hay muchos pensamientos incompletos o a veces una palabra que proporciona una clave para la lectura.

Para los que tengan que leerla como parte de una clase o simplemente por placer, lo que voy a escribir a continuación puede ser de gran ayuda. Por lo menos así lo espero.

Algunas de las notas son de comentarios de la profesora durante la clase y otras son de mi propia investigación en Internet y la propia obra. Lo que comparto a continuación es un poco menos de la mitad del total de notas que tengo para el libro de Stein. Si les interesa obtener mis notas completas, se pueden comunicar conmigo a través de www.adamslanguagesolutions.com

Si alguien tiene una pregunta de las notas incluidas en esta publicación, me la pueden hacer en los comentarios y trataré de contestarla dentro de lo posible.

Paris Francia

·            Stein: Hay una característica de falta de sentido en su obra. Por ejemplo, el aforismo "Rosa es una rosa es una rosa es una rosa" escrito por Gertrude Stein en el poema escrito "Sacred Emily" (Sagrada Emilia), 1913.
·            ¿Cómo encontramos sentido en un texto como este? Hay que pensar primeramente en el género, tema, estilo.
·            Si no es una memoria, ¿qué se supone qué está haciendo?
·            Stein es una escritora experimental. La repetición es una característica de su escritura.
·            Monólogo interior (Stream of consciousness): La versión escrita de los procesos de pensamiento de los personajes.
·            Una forma de monólogo interior, flujos de la percepción caracterizada por saltos en el pensamiento y falta de puntuación
·            Percepción del sujeto
·            Tradición: Un término importante
·            Contexto: Pre-guerra. II Guerra Mundial está por comenzar.
·            Stein usa París como base para la exploración del “yo”
·            Expatriados norteamericanos en París: La distancia se convirtió en una metáfora de su alienación y les dio un lugar para ver hacia los EEUU desde fuera con una mirada crítica. Rechazaban una sociedad marcada por el mercantilismo y la tecnología.
·            París: Las dos primeras décadas del siglo XX ofrecían un ambiente placentero, bohemio y liberal donde existía una fascinación por la innovación.
·            Stein da inicio a su obra con una paradoja: Emocionante y tranquilo
·            Juega con una idea de cultura nacional
·            Es importante prestar atención a las palabras que se repiten
·            El término ‘francés’ para Stein: Un estado de ser, de existir.
·            Surrealismo en la obra: Yuxtaposiciones inesperadas. Sin embargo, Stein se aleja del surrealismo para expresar sus opiniones.
·            Uso de las palabras separadas de sus significados convencionales. El énfasis es en el sonido y no en el sentido.
·            Moda: Novedad sin finalidad. En el mundo de Paris Francia puede significar la acogida de la innovación en las artes.
·            Hay una visión de cómo debería ser el arte, de cómo debería ser el mundo.
·            Las generalizaciones que Stein hace en la obra presentan una visión consistente, están conectadas.


17 de septiembre de 2015

El lenguaje experimental en Paris Francia de Gertrude Stein



Entrar en contacto por primera vez con la literatura de Gertrude Stein nos dejará posiblemente confundidos y desorientados. La experiencia es la de viajar a una realidad alternativa en la que, aunque te encuentras en un mundo reconocible, las reglas son algo diferentes. La inhabilidad de descifrar esta nueva realidad así como los elementos, fuera de lugar, del texto, condenarán al lector a divagar sin sentido por la narrativa de Stein.
 Uno de los elementos que contribuyen al complejo estilo literario de la escritora norteamericana es la descontextualización de las palabras. Stein experimenta con las palabras extrayéndolas de su ambiente familiar y colocándolas dentro de nuevas asociaciones. El resultado de este experimento es que las palabras son reclamadas para ser impregnadas de nuevos significados.
Este proceso es reminiscente de la semiótica (o semiología) - el estudio del lenguaje como signos - cuyo pionero fue Ferdinand de Saussure. Según el lingüista suizo, el lenguaje es un sistema arbitrario compuesto de una serie de signos. A su vez, esto signos son el resultado de la asociación entre el significante – la forma del signo – y el significado – el concepto representado por el signo. Para Saussure, tanto el significante como el significado son puramente ‘psicológicos’ y por lo tanto, el concepto que transmiten no puede ser sujeto a una verdad o realidad absoluta (Saussure 14 -15 66, 67.)   
Este contexto es útil cuando se intenta encontrar un sentido al proyecto que impulsa el peculiar estilo de escritura de Paris Francia. Esta referencia no implica, sin embargo, que la inspiración de Stein se haya originado en la semiótica o la lingüística. La norteamericana era una revolucionaria del lenguaje por mérito propio. En varias de las charlas que dio a lo largo de los Estados Unidos, Stein mostró su desdén por las convenciones gramaticales.  
Por ejemplo, su sentimiento con respecto a las comas era que, “at the most a comma is a poor period that lets you stop and take a breath but if you want to take a breath you ought to know yourself that you want to take a breath. (A lo más la coma es un punto pobre que permite detenerte y tomar aire pero si quieres tomar aire deberías saber por ti mismo que quieres tomar aire)" (Poetry and Grammar 221).
Regresando a la discusión del ámbito de Paris Francia, la siguiente cita de la obra ilumina el acercamiento inquisitivo de Stein hacia el lenguaje. La misma es parte de un extracto que se refiere a los estudios de inglés de unas chicas francesas quienes escogen a Hamlet para completar su tarea de traducción. La narradora especula que la razón detrás de esta elección es que un gran número de palabras arcaicas del inglés son “palabras completamente francesas” (74-75) y continúa con la idea de que: “I have often thought a lot about the words that make the English language, and much as I have thought about it, a war makes it even more definite, as in this Hamlet.” (Frecuentemente he pensado bastante en las palabras que conforman el idioma inglés y por mucho que he pensado en ello, una guerra lo hace más definitivo, como en Hamlet) (75) 
Considero que esta cita es un reconocimiento por parte de Stein  de su profundo interés en la manera en que las palabras funcionan dentro de un sistema de lenguaje. También parece insinuar que sin importar cuánto se piense sobre el significado de las palabras, eventos tales como  una guerra u otros factores históricos terminan por crear o transferir términos entre idiomas en sucesos arbitrarios e incluso espontáneos.
La anécdota de las chicas francesas ilustra que la naturaleza arbitraria no es solamente inherente a la forma del signo pero al concepto que representa. Para las estudiantes francesas, un conjunto de palabras arcaicas tiene un gran significado en su estudio de la lengua inglesa mientras que esos mismos signos parecen completamente irrelevantes para otros cuando se tiene en cuenta que se trata de términos que, “the English language to-day no longer uses.” (El idioma inglés hoy en día ya no utiliza) (75) 
Tanto la fluidez así como la aleatoriedad del significado proveen a Stein con una especie de arcilla elástica que puede ser manipulada, deconstruida y reconstruida para dar forma a su proyecto del lenguaje. Sara J. Ford explica que Stein yuxtapone palabras en una manera que las remueve de su contexto u orden convencional y las coloca dentro de nuevas relaciones y asociaciones (50)  Esta fluidez de patrones permite a Stein experimentar con las palabras, librándolas de significados ordinarios y obsoletos para infusionarlas con unos más interesantes y actuales.

Nota: Este es un extracto de un trabajo que escribí para una clase llamada La Novela Internacional del siglo XX. Si a alguien le interesa adquirir el trabajo completo, me puede contactar a través de mi página web www.adamslanguagesolutions.com

Referencias
     Ford, Sara J. Gertrude Stein and Wallace Stevens: The Performance of Modern Consciousness. Routledge, 2011.
     New World Encyclopedia. “Art for art's sake.” http://www.newworldencyclopedia.org
     Oxford Dictionaries. “Fashion.” http://www.oxforddictionaries.com
     Saussure, Ferdinand de. Course in General Linguistics (trans. Roy Harris) London: Duckworth, ([1916] 1983)
        Stein, Gertrude. Paris France. Liveright, 1996.
     Stein, Gertrude. “Poetry and Grammar,” in Lectures in America. New York: Random House, 1935.  

21 de agosto de 2015

El "color" de la literatura




    Ahora que al fin, puedo enfocarme casi totalmente a la escritura, una de las acciones que he tomado es la de seguir en Facebook a algunos autores al igual que a grupos de escritura afines a mis intereses. Leo blogs e investigo sobre lo que trabajan otras personas ya establecidas en el medio, al igual que a aquellos que luchan por sacar adelante el oficio. Entre los muchos temas sobre los que estoy aprendiendo y que rodean el mundo de la escritura dentro de los Estados Unidos,  hay uno en particular que me causa desconcierto, curiosidad y escepticismo. ¿De qué se trata? Allá voy.


    Al parecer, en este país, si quieres dedicarte a la escritura y tus antepasados no son de origen europeo, no basta con que te identifiques como escritor, sino que tienes que definirte como escritor de color.

    La obsesión con "el color" es impresionante. Solía estar suscrita a varios medios de noticias en Facebook. Me parecía una manera eficiente de mantenerme al día de lo que ocurre en el mundo. El oficio de la escritura es solitario y tiendo a sentirme aislada del mundo de afuera. Sin embargo, el noventa por ciento de lo que leía en esos medios tenía que ver con color, raza, racismo, y violencia, tanto verbal como física, derivada de estos problemas. 

Entonces, te pones a leer, dos, tres, cuatro artículos al día y llega un punto en que te afecta, y te preguntas si te va a pasar algo malo por el solo hecho de ser hispana y te entra la paranoia. Por lo tanto, ¡adiós NPR y CNN! Yo sé que el racismo es un problema real y complejo pero darle vueltas al mismo tema todos los segundos de la vida... pues yo no puedo.

     En fin, volviendo al tema de los escritores de color, el prestigioso Junot Díaz, de origen dominicano y ganador del premio Pulitzer, es un escritor que ha sido muy vocal sobre la falta de diversidad en los programas de literatura y escritura creativa en este país. Me queda claro el meollo del asunto y comparto la opinión de que no hay suficiente diversidad en los autores que se leen en las clases de literatura de las universidades norteamericanas. Yo misma lo viví recientemente.

    A inicios de este año tomé en la Universidad de Tennessee una clase llamada "The 20th-Century International Novel" (La Novela Internacional del Siglo XX.) En mi opinión, deberían cambiar el nombre por "La Novela Norteamericana y Británica del siglo XX". Todas las novelas que leímos y analizamos, fueron escritas originalmente en inglés y los autores eran norteamericanos o europeos. Pareciera entonces que lo único que cuenta a nivel internacional para la academia norteamericana (exceptuando los programas de lenguas extranjeras - pero eso es otra historia) es la literatura producida en Europa.

    Pues eso. Entiendo muy bien que la falta de diversidad en los programas de literatura es un asunto real e importante y que se debe trabajar.  

    Sin embargo, no pienso que sea solamente un problema para los estudiantes de color. Todos los estudiantes son perjudicados cuando no tienen acceso a textos de otras partes del mundo escritos por autores que han pasado por diferentes tipos de experiencias.  Es un aprendizaje muy pobre para cualquiera cuando te quedas con lo que existe en tu medio, sin ver más allá de los bordes o hacia los márgenes.
   
    Más allá de eso, al parecer Junot Díaz también cuestiona la literatura juvenil, tanto la formal perteneciente al currículo escolar, como la informal, tipo “Harry Potter”.  En un video del festival de "The New Yorker" entrevistan a Díaz y entre muchos temas válidos, dice lo siguiente: “This country is more diverse than it's ever been, but this country's addiction to whiteness has never been more pernicious. The addiction to whiteness, if you watch television or go to the movies at any given day or go to the bookstore, it would seem like if people didn't get 5 doses of whiteness a day, they would die. It's a public health catastrophe. And therefore, so many of our young people don't see themselves being reflected in anything. It's weird, I feel like every book I read and every movie I'm watching is me fucking watching Lord of the Rings because I'm like, this shit got nothing to do with us. This is about as make fucking believe as possible. Oh look, only white people! Middle Earth! So for me, again, I always get like, I mean, given this world, fuck, give it a shot; give
it a shot; even a badly uttered sentence would go far in a place where none of us seem to be allowed to speak."

    Antes que nada, no entiendo por qué Díaz considera necesario incluir malas palabras en su discurso. ¿Es parte de ser escritor de color? ¿Lo hace para que presten mayor atención a sus palabras? ¿Para ser cool? Pues no sé, pero para mí no deja de ser vulgar. Si algunos escritores de color optan por hablar así en entrevistas y conferencias, pues no se puede culpar a los “sin color” (que buen término, ¿cierto?) que no los tomen en serio.

    Más allá de la elección de vocabulario de Díaz, no comparto su cuestionamiento. Cuando entre los trece y dieciséis años leí obras como Mujercitas, Alicia en el País de las Maravillas y Las aventuras de Tom Sawyer, entre otras; nunca pasó por mi cabeza que los personajes sobre los que estaba leyendo eran “blancos” y que, por lo tanto, no tenían nada que ver conmigo. Pienso que la buena literatura se centra en temas universales que van más allá del género, raza, edad, religión, y otros factores que separan a los seres humanos.

    Cuando Díaz comenta que El Señor de los Anillos no tiene nada que ver con “nosotros” (escritores de color), pues yo pregunto, ¿y qué tiene que ver con los "anglos"? ¿Acaso en el mundo anglo hay hobbits, monstruos, un anillo mágico, etc? Pues hasta donde yo sé no es así, porque esa historia…atención... ¡es fantasía!…. o sea, no refleja la vida de nadie perteneciente al mundo real. Son los temas de trasfondo, tales como la lealtad, amistad, heroísmo, etc. que son asuntos con los que las personas en general se pueden relacionar o identificar, sin importar su raza, etnia, o país de origen.

    Reconozco que yo NO nací ni crecí en este país, así es que hay muchas cosas que Díaz ha vivido, sobre las que yo no tengo ni la menor idea. Comprendo que crecer formando parte de un grupo discriminado es complejo y entiendo por qué hay ciertas lecturas hacia las que los jóvenes hispanos que viven en este país se pueden sentir más inclinados que otras. Por eso me parece muy valioso que hoy en día en las escuelas norteamericanas se lea a autoras como Sandra Cisneros y al mismo Junot Díaz. Pero atención, son lecturas que benefician a todos los estudiantes, no solamente a los de grupos de minorías. Así mismo, no porque ahora existen autores que tratan situaciones más modernas, reales, y prácticas, significa que el resto de la buena literatura no tenga validez.   

    No sé, a lo mejor hay un punto importante que desconozco, que pueda proporcionar la clave para decodificar lo que argumenta Díaz. Mientras tanto, me alegro de que el “color” de los personajes literarios favoritos de mi infancia y juventud no se interpusiera en el deleite que representaron para mí, aquellas entrañables y eternas horas de lectura.

Referencia
Junot Díaz and Karen Russell on writing short stories - The New Yorker Festival
https://www.youtube.com/watch?v=pqb7bcSZcDo