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19 de diciembre de 2011

El ecuatoriano José de la Cuadra y su "Banda de Pueblo"



José de la Cuadra
A partir de 1930, varios escritores ecuatorianos de la costa y de la sierra surgieron, innovadores e influidos por el criollismo, protestando por las injusticias políticas, religiosas y sociales de Ecuador. El criollismo, también conocido como costumbrismo, es un movimiento literario que se desarrolló entre la última década del siglo XIX y la primera parte del siglo XX en Latinoamérica. Está basado en la descripción realista de las escenas, costumbres y tradiciones del país de origen del escritor (Wikipedia).
El criollismo, adoptado tanto por la novela como por el cuento, denunció y presentó de una manera singular la explotación desmedida en casi todas las regiones de Latinoamérica. Este movimiento se produjo como una reacción en contra de la escuela modernista, ya que mientras que el lema de este último era el arte por el arte, en el criollismo había un claro compromiso social (Aguilar 107).
En el siglo XIX se conceptuaba a América como la cuna de la barbarie, lo cual implicaba falta de sofisticación y clase. Europa en cambio, representaba la civilización y la meca de la cultura. Por lo tanto, era considerada un modelo a seguir y existía la necesidad de emular sus costumbres. Pero al darse la Primera Guerra Mundial, la Gran Depresión y luego la Segunda Guerra Mundial en suelo europeo, el desencanto y la desilusión de la tierra de la civilización, produjo en Latinoamérica el deseo de volver a mirar de una manera distinta y valorar más profundamente lo autóctono, lo vernáculo y lo propio. Se avivó en los jóvenes hispanoamericanos un gran sentido nacionalista (Aguilar 108-9).
Como observa el crítico norteamericano Seymour Menton, “[l]os criollistas de la primera época tomaron como inspiración lo nativo, lo propio, “lo nuestro” y basaron su temática en “…el campesino mexicano, el llanero venezolano, el indio peruano, el guajiro cubano y el jíbaro puertorriqueño (…) donde vivían los representantes más auténticos de la nación…” (217). Aguilar explica que en este marco, se producen obras narrativas que salen de lo común y toman un giro muy americano, listando los siguientes ejemplos: “Los de abajo (1915), de Mariano Azuela; Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917), de Horacio Quiroga; La Vorágine (1924), de Eustasio Rivera; Doña Bárbara (1929), de Rómulo Gallegos; Los Sangurimas (1934), de José de la Cuadra; Huasipungo (1934), de Jorge Icaza; El Indio (1935), de Gregorio López y Fuentes; Todo verdor perecerá (1941), de Eduardo Mallea, etc.” (Aguilar 108).
Esta lista nos introduce a José de la Cuadra, escritor ecuatoriano nacido el 3 de septiembre de 1903 en Guayaquil. Sus cuentos figuran entre los más importantes de la narrativa de Ecuador. Estudió leyes, fundó la Universidad Popular Guayaquileña y representó a su país en misiones consulares en Argentina y Uruguay. Autor de ensayos, novelas, artículos y sobre todo cuentos, fue miembro del Grupo de Guayaquil (también conocido como Grupo de los Cinco), una de las principales agrupaciones literarias del Ecuador en las décadas de los años 1930 y 1940. Alcanzó su máximo logro intelectual, dentro del relato, durante la década del 30 con la aparición de obras como «Repisas» (1931), «Horno» (1932), y su obra cumbre, «Los Sangurimas», publicada en 1934, la cual tuvo varias ediciones, e inclusive fue llevada con éxito a la televisión ecuatoriana décadas más tarde (Enciclopedia del Ecuador).
Podría considerarse a José de la Cuadra como el mejor exponente del realismo mágico del Ecuador, en especial por sus obras sobre la temática montubia, es decir la relativa a la vida del campesino costeño. La obra que mejor ilustra este tema es Los Sangurimas, en la que De la Cuadra relata la vida de una familia costeña, cuya existencia gira alrededor de su patriarca Nicasio Sangurima, hombre centenario, rodeado de misterio, del que se cuentan terribles leyendas (Wikipedia). Los Sangurimas es una obra importante a considerar ya que de acuerdo a Aguilar, es para muchos el primer ejemplo de realismo mágico en Hispanoamérica, hasta el punto de asegurar que es precursora de la muy aclamada Cien años de Soledad (113). Aguilar argumenta también que José de la Cuadra se adelanta al narrador y crítico cubano Alejo Carpentier, cuando trata de establecer, en 1949, una diferencia, entre el realismo mágico, teoría europea y “lo real maravilloso”, concepto propio de la América hispana (114). Es muy interesante pensar que este ilustre compatriota, sino precursor, colaboró en estos géneros tan importantes, y tan debatidos por lo visto, para la literatura hispana.
El cuento que escogí para mi análisis es “Banda de Pueblo”, el cual, de acuerdo a mis consultas con amigos literatos de Guayaquil, es una de las obras más representativas del estilo literario de José de la Cuadra. Esta historia cuenta como un grupo de hombres de distintas regiones de Ecuador llegan a conocerse y formar una banda. Nos enteramos así de las historias de estos hombres de los pueblos de Ecuador, unas más tristes que otras, quienes han pasado penurias y muchas necesidades. La banda viaja de pueblo en pueblo por toda la costa ecuatoriana para tocar en las fiestas El líder de la banda, tiene un hijo adolescente, Cornelio, quien es el encargado de transportar el bombo. Esa tarea no le gusta mucho al joven y se queja bastante. El padre del chico se enferma y Cornelio se da cuenta que después de todo no es tan malo cargar el bombo a cambio de que su padre esté bien. Pero su padre muere al final de la historia, y todos los integrantes de la banda comienzan a tocar sus instrumentos como un homenaje, pero se dan cuenta que falta el bombo del compañero muerto. En ese momento escuchan el instrumento y es Cornelio quien está tocando (De la Cuadra). Es, como se puede apreciar, un final muy emotivo.
Banda de Pueblo podría considerarse una obra regionalista o costumbrista, ya que hace referencia a fiestas populares regionales de Ecuador y sus tradiciones o personajes muy propios como el curandero, por ejemplo. De la Cuadra escribe sobre zonas específicas de su país y sobre personajes con características serranas y costeñas, con su peculiar modo de hablar según de donde provenga, y a pesar de eso, a pesar de los modismos y costumbres típicas de los montubios ecuatorianos, la obra va más allá. Banda de Pueblo interesa a todos porque emociona a las personas, no sólo de Ecuador sino también de otras partes debido a su estructura dramática (Orión). Sobre este tema, Menton describe a la literatura ecuatoriana como una de las representantes del criollismo por “el carácter proletario de la prosa ecuatoriana con su realismo desenfrenado, su lenguaje crudo y el uso desmesurado del dialecto — todo eso sin dejar de ser artística” (218).
Otra característica interesante en este cuento es su extensión en tiempo y espacio. Los miembros de la banda recorren largas zonas de Ecuador, mayormente de la costa, en un también amplio espacio de tiempo, algo que puede representar un problema para el autor al momento de darle unidad dramática a la obra. La unidad de la historia es importante para conseguir el impacto final. De la Cuadra resuelve este problema empleando la técnica de la causa y efecto: esto es que hay dos instancias en el texto: en la primera se introducen los antecedentes o "background" de los personajes. En la segunda parte va el efecto o resultado de lo que pasó al comienzo. Esta técnica resulta muy adecuada para este tipo de historia debido a que el mayor valor del cuento lo constituyen las circunstancias de cada integrante de la banda, así como las anécdotas acontecidas. Hay que agregar también el colorido, la simpatía de los personajes y la enorme humanidad de gentes corrientes que luchan por la supervivencia sin perder el humor (Orión).




Referencias
Aguilar, Luis (2011). “Los Sangurimas”, una obra narrativa polémica. Castilla. Estudios de Literatura, 2
De la Cuadra, José (1932). Banda de Pueblo. Colección de cuentos Horno.
Enciclopedia del Ecuador. De la Cuadra, José. http://www.enciclopediadelecuador.com/default.php
Menton, Seymour (1998), El cuento hispanoamericano, México, Fondo de Cultura Económica.
––– (1998), Historia verdadera del realismo mágico, México, Fondo de Cultura Económica.
Orión, E-Revista Literaria. José de la Cuadra. http://www.roland557.com/ficcion/de_la_cuadra.htm. Wikipedia. Criollismo y José de la Cuadra.

14 de octubre de 2011

Analizando el género del Cuento

Ya que el cuento es parte del género literario de la narrativa, pienso que es importante antes que nada comprender este último término. De acuerdo a Gómez-Martínez, la narrativa hace referencia “a un relato que consta de una serie de sucesos (la historia), a través de la representación humana (el narrador, los personajes) y con posibles comentarios, implícitos o explícitos, sobre la condición humana (el tema)” (Proyecto Ensayo Hispánico). Gómez-Martínez reconoce la complejidad del término e indica que al existir una gran variedad de textos narrativos, cualquier definición puede resultar perjudicial para la creatividad de los autores.

Cabrera Infante proporciona varios ejemplos que nos muestran la antigüedad del cuento y sus diferentes representaciones a lo largo de la historia en varias regiones del mundo. Esto nos hace reflexionar en que no tiene sentido establecer una sola definición porque sería limitar un género muy rico y diverso. Creo que la diversidad del cuento va de la mano con la diversidad de las culturas del mundo, ya que el primero refleja a la segunda. Entonces, en lugar de tratar de definirlo, conviene mejor analizar posibles características que provean pautas de lo que es el cuento, sin cerrarnos tampoco a las mismas.

Respecto a algunas de las características mencionadas por los grandes de la literatura acerca del cuento, encontramos que Edgar Allan Poe pensaba que debe leerse de una sola sentada (no importa si toma 2 minutos o 2 horas) y que debe escribirse solamente si se conoce el final. Hemingway opinaba que el cuento debe ser un iceberg que no muestra todo para que el lector pueda trabajar. También propone la teoría de la “pistola”, la cual implica que si en el cuento aparece un elemento, como por ejemplo una pistola, hay que involucrar al mismo en el final de la historia para que tenga significado. Julio Cortázar consideraba que el cuento debe ganar por KO (“knock-out”), a diferencia de la novela que debe ganar por puntos. Decía además que debe tener un final epifanico y revelador donde todo se resuelva (Talleres de escritura creativa).

A pesar de la opinión descrita anteriormente, vemos que Cortázar no estaba de acuerdo con una definición cerrada del cuento cuando dice:

[...] Nadie puede pretender que los cuentos sólo deban escribirse luego de conocer sus leyes. En primer lugar, no hay tales leyes; a lo sumo cabe hablar de puntos de vista, de ciertas constantes que dan una estructura a ese género tan poco encasillable; en segundo lugar, los teóricos y los críticos no tienen por qué ser los cuentistas mismos, y es natural que aquéllos sólo entren en escena cuando exista ya un acervo, un acopio de literatura que permita indagar y esclarecer su desarrollo y sus cualidades (Paredes 32).

Me parecen muy relevantes las opiniones de los expertos ya que nos dan una luz sobre la intención de los autores para escribir sus cuentos, pero pienso que también es importante considerar al lector. Hay lectores que pueden leer de una sola sentada cuarenta páginas y otros que se toman su tiempo en cinco. Inclusive, la reacción del lector puede variar de acuerdo al autor. Por ejemplo, yo puedo leer cien páginas en una sola sentada pero en el caso de Borges, recuerdo que me tomó algunos días “digerir” el único cuento que me he leído del gran escritor argentino.

En cuanto al cuestionamiento sobre la diferencia entre lo que llamamos un “cuento” informal y el “cuento” que pertenece al género literario, pienso que el profesor Fernando Valls, de la Universidad Autónoma de Barcelona nos da una pauta en su discusión sobre el cuento y relato. Nos recuerda que “el término cuento ya se usaba en el siglo XIX para designar la narrativa breve, conviviendo con otros como relación, que Fernán Caballero opone a cuento popular, y leyenda (Bécquer); mientras que el concepto de relato, tal y como lo entendemos hoy, aparece en los últimos años sesenta” (Talleres de escritura creativa). Valls explica que tal vez debido a que el cuento era un término con demasiados significados, alguno de los cuales le proporcionaban una naturaleza negativa, en 1988 el narrador Fernando Quiñones pidió que se sustituyera por relato.

Según Valls, en general el cuento se clasifica en literario y popular. Explica que el popular se refiere a cuentos tradicionales, de hadas, leyendas, y mitos que son transmitidos por tradición popular y que el término relato se contraponía a ésta última clasificación popular, en el sentido de que relato no significaba más que cuento literario. Dice además que el cuento es una narrativa en prosa de hechos imaginarios y que el relato por su parte admite hechos no ficticios, pero nos recuerda que en la literatura nada es definitivo (Talleres de escritura creativa).

Tampoco podemos encasillar ciertas regiones del mundo a la creación de géneros determinados. Leí un ejemplo de esto en la presentación de la antología de cuentos “McOndo”. Un grupo de escritores latinoamericanos que se encontraban en un taller de escritura que ofrecía la Universidad de Iowa, recibieron la oportunidad de publicar en inglés. Pero el pequeño problema es que lo que se esperaba de ellos es que escribieran “realismo mágico” y por esta razón los textos de dos de los escritores involucrados en aquella iniciativa fueron rechazados (McOndo). Es una historia muy interesante que demuestra esa tendencia que tenemos los profesionales, y los seres humanos en general, de querer encasillarlo todo.

Ahora que estoy estudiando sobre la interdisciplinariedad, estoy reflexionando sobre el peligro que representa para la educación, poner límites a los temas de estudios. Pienso entonces que en la literatura es importante hablar sobre géneros, para tener una guía que nos ayude en la lectura y comprensión, pero debemos mantenernos abiertos a distintas posibilidades y propuestas para permitir que los autores nos sorprendan.